Los ejemplares se llaman Trump y Erdogán. Del capullo de Trump nada bueno se puede decir; y del otro pájaro tampoco. Trump, con sus puterios, sus trapicheos electorales con Rusia para derrotar a la Clinton, sus chantajes y extorsiones al presidente ucraniano y al australiano, su ilegal negativa a dar información para su “impeachment”, su intención de disparar a las piernas a inmigrantes y ponerles trampas con caimanes, y sus cosas de joder con aranceles a todo cristo para crear una crisis mundial, pintan a un personaje repugnante. El otro, Erdogán, no se queda atrás. Hasta hace pocos años reconocido déspota por no acatar a la Comisión Europea de Derechos Humanos, causa de no entrar en la UE. Su persecución con torturas y prisión a periodistas, todavía hoy; su afición a calzarse kurdos, y su comercio de acoger inmigrantes pagado por la UE, y con los que ahora amaza devolverles a portes debidos, es un nacho sin escrúpulos. Pues bien: Al retirar Trump soldados yanquis de Siria, a dejado a Erdogán el camino libre a bombardear soldados Kurdos y civiles. A este carnicero le importa un huevo que el hipócrita de Trump le diga que no se pase, porque va a hacer lo que le pete. Vista la crueldad y locura de estos dos, me hago y les hago esta pregunta: ¿Habrá un Dios justiciero que los mande al infierno? ¿Ni siquiera un monaguillo?