UNO le coge cariño a la taza descascarillada en la que desayuna todas las mañana; a la camarera del bar de la esquina que le sirve el pincho de tortilla de aperitivo cada mediodía, al empleado de la administración de lotería donde sella la primitiva los jueves... pero al banquillo de los acusados... o uno tiene en su código genético un gen criminal dominante o ha pertenecido a la cúpula de Caixanova, porque si no es imposible cogerle cariño a estar sentado cara a cara con un juez en una sala de vistas. Julio Fernández Gayoso, Gregorio Gorriarán y José Luis Pego ya pueden ir sintiéndose a gusto con esa situación, pues se les viene encima otro juicio; esta vez por el supuesto blanqueo de 80 millones de euros en la compra de Alfageme. Está visto que a la fuerza ahorcan.