Ferias y mercados

Los mercados, el comercio y la economía han sido los pilares donde se sustentan los avances humanos, sociales y de transformación de formas de vida y convivencia. El desarrollo de pueblos y ciudades han venido de la mano de aquellos antiguos mercados donde el trueque y el intercambio de mercancías, ganado, productos alimenticios y demás elementos naturales o manufacturados se realizaban de manera pública. No es necesaria mayor explicación para el nacimiento de las urbes. 
Recuerdo que, de “cativo”, que decimos aquí, me quedaba subyugado cuando mis padres, durante los fines de semana, nos llevaban en cortos viajes “turísticos”, por los alrededores de Ferrol, a mis hermanos y a mi, a ver las ferias “del 13”, de Moeche, de Pontedeume, de Betanzos, etc. Aquella algarabía de gentes, de ganado, de frutas y verduras variadas, de flores,… aquel particular mundo de colores y olores indescriptibles, pero que aun conservo en mi memoria, todavía me acompañan hoy en día, como un recuerdo imborrable.
Nunca me desligué de aquellos mercadillos, pues durante mi carrera profesional, tanto como periodista como oficial del Ejército, seguí relacionado con ellos. Como “plumilla”, realicé diversos reportajes para el periódico, incluso publicados a doble página e ilustrados profusamente, y como militar aproveché las múltiples maniobras para visitar, tanto en tierras gallegas, como en las castellanas, leonesas, aragonesas o andaluzas aquellos mercadillos en pueblecitos rurales de singular y particular belleza. También aprovechaba, ¡como no!, para degustar la gastronomía que gozamos y disfrutamos a lo largo y a lo ancho de nuestra geografía.
Hoy en día, sigo visitando y comprando en los mercadillos, tanto en Ferrol, como en los municipios limítrofes, ya que su periodicidad se alarga y reparte a lo largo de cada mes y es posible alternar las visitas a los mismos. Siempre digo que este mundo particular es un fiel reflejo de la sociedad en que vivimos y, como observador de la vida que soy, he podido ser testigo de diversas o divertidas anécdotas. Hace poco, en la feria ferrolana del tercer domingo de mes, presencié un hecho insólito. Vi como ante el puesto que atendían tres africanos de color, que charlaban animadamente en su lengua, y dejaban que los clientes manoseasen sus productos manufacturados, como una señora, de buena apariencia, mientras cogía una bufanda de un euro de coste, mascullaba: “Están de cháchara y no atienden…”, se metió la bufanda en el bolso y, sin pagarla, se marchó rápidamente, con toda desfachatez. Cuando me repuse del “shock” y quise reaccionar, la señora había desparecido. 
Este mundillo te permite escuchar los mas disparatados comentarios del personal, tanto de los vendedores como de los clientes. A modo de rápido ejemplo, comento el peculiar acento de los africanos “falando galego”, o a una vendedora de raza gitana que, con gran aplomo, cuando intentaba vender unas gafas “Ray-Ban”, a un precio irrisorio, el cliente le dijo: “Son falsificadas”, y ella respondió: “No son falsas… ¡son réplicas! Y mientras tanto, la vida sigue. En otra ocasión os contaré cosas de los mercadillos europeos.    
 

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