Un debate artificial

Al hilo del asalto al Capitolio de Washington -un acto sedicioso encaminado a anular la proclamación de Joe Biden como presidente de los EE.UU.- se han desatado en nuestro país los demonios familiares. Estamos asistiendo a una carrera de algunos políticos y de ciertos medios para, en un sorprendente juicio de intenciones, tratar de encontrar analogías -a derecha e izquierda- que podrían provocar aquí comportamientos políticos similares en un ejercicio lamentable. Como sí España no tuviera suficiente con los problemas que tenemos: la pandemia, las vacunas, el desempleo de cerca de cuatro millones de trabajadores, los ERTES que mantienen en un limbo laboral a otros setecientos cincuenta mil, la crisis económica que se nos viene encima y el desafío del separatismo catalán.

Problemas reales, de ahora mismo ,de los que se habla menos de lo que se debería. De repente nos han crecido decenas ,por no hablar de centenares de expertos en política norteamericana. Gentes que tocan de oído pero pontifican sobre lo ocurrido en Washington ,sus causas y la, para algunos de ellos, “evidente” relación del “trumpismo” con opciones políticas españolas. Se establecen alegremente analogías e incluso identidades entre los populismos de allí y los que operan aquí omitiendo las diferencias radicales entre la sociedad norteamericana y la española.

Empezando por la fundamental: aquí, pese a la crisis económica se mantiene los fundamental del paraguas que supone el Estado del bienestar. Pese a retrasos y carencias -agravados ahora por las urgencias debidas a la expansión de la pandemia- nadie se queda sin atención médica. En los EE.UU. millones de personas carecen de una red semejante. Allí el nivel de desigualdad entre las clases sociales es abrumador. Por no hablar de la violencia, el comportamiento policial y el racismo muy presente y no solo en los Estados del Sur. Todo eso fermenta en un malestar social agravado por las proclamas de Trump que han ido creando un clima de división y crispación en la sociedad americana sin analogía posible con la situación española. Seamos serios, no hay comparación posible. Ni por el lado de Podemos ni por el lado de Vox. Por eso, sería muy de agradecer que nuestros políticos, me refiero a los que viven de promover dudas y sembrar cizaña, abandonaran el discurso de las analogías. Que unos y otros se centren en lo que ahora es esencial: la vacunación y en buscar soluciones para cambiar el modelo productivo español que permita reducir la insoportable cifra de desempleados - un 43,9% de los parados son jóvenes de menos de veinticinco años. Que se dejen de debates artificiales que solo contribuyen a dividir y empobrecer a nuestro país. España no es América. 

Un debate artificial

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