A los escépticos les quedan cada vez menos argumentos para mantener su actitud de desconfianza ante los augures del calentamiento global. Las llamadas de atención su suceden una tras otra. La última, de hace unos días, lleva la firma del Panel intergubernamental de expertos en cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el mayor ejercicio de investigación que se ha hecho al respecto.
Promovido por Naciones Unidas, el informe en cuestión es fruto del trabajo de casi un centenar de investigadores de cuarenta países y su advertencia es clara: resulta urgente que los Gobiernos tomen medidas más ambiciosas si de veras quieren frenarlo.
Desde la era preindustrial –afirma el documento- la temperatura global ha aumentado ya un promedio de un grado. El acuerdo de París (2015) señaló como objetivo plausible limitar dicho incremento a los 2 para finales de siglo. Pero se están superando las previsiones y acercándose a este punto de no retorno. Y si en los 1,5 grados no se frena el proceso en curso, los efectos van a ser pronto tremendos e innegables.
De alguna manera lo estamos comprobando ya sin tener que esperar tanto. Los años están siendo cada vez más cálidos y cada vez nos traen más sorpresas en forma de fenómenos climáticos extremos: tormentas tropicales, huracanes, terremotos, olas de calor, sequías, precipitaciones torrenciales, inundaciones y otros.
El año pasado hubo en el mundo cerca de 19 millones de personas desplazadas por desastres naturales, cuando, por ejemplo, los refugiados a causa de conflictos violentos rondaron los 12 millones. Por otra parte, en el último decenio del siglo pasado se registró un promedio de 2.700 catástrofes anuales y en primero de este XXI la cifra superó los 4.600.
El IPCC ha venido a coincidir con otro publicado en la revista científica Nature Climate Change, que pone el acento en que la región del Mediterráneo sufre el cambio climático de manera especialmente intensa: las temperaturas han aumentado ya en la zona 1,4 grados, se espera una evolución creciente por encima de los 2 grados y la subida del mar alcanza los 6 centímetros. Episodios como la impresionante granizada de Roma de hace unos días y los tremendos aguaceros de Mallorca, Valencia, Castellón y Málaga son harto elocuentes.
Con todo, la conclusión más inquietante es que los plazos para actuar son cada vez más cortos y requieren una transformación económica y social inéditas, que obligan además a una cooperación global. Como a propósito del IPCC ha escrito la ministra para la Transición ecológica, Teresa Ribera, es el momento de acelerar el paso hacia un nuevo modelo de desarrollo bajo en carbono, cambiar la manera como producimos y consumimos, los sistemas de energía, la forma en que nos movemos y alimentamos, y de incrementar la protección de los ecosistemas, nuestra mejor y más barata infraestructura –dice– frente al cambio climático.