Cuando Benigno Andrade “Foucellas” deambulaba por la provincia de A Coruña cometió muchos delitos -muertes, robos, extorsiones…-, pero en el imaginario popular era culpable de todo, de los delitos propios, que eran muchos, y de los que le imputaban incluso desde el régimen para desviar la atención, que no eran pocos.
¿En qué se parecen aquel guerrilleiro atípico y Rajoy? Ningún parecido en el civismo de ambos, Foucellas era un delincuente y Rajoy es un ciudadano ejemplar. El parecido está en que el ex presidente, desde que empezó a gobernar, también llevó las culpas de todos los males y problemas del país.
Además de la corrupción, la oposición le culpó de los recortes y de políticas crueles, de acabar con el estado de bienestar, de aumentar la desigualdad, del separatismo catalán…
Se le acusó arrogante e indeciso, de poco adicto al trabajo, de franquista, de incapaz de dialogar… Estos y otros calificativos más humillantes prendieron en la opinión pública y dañaron su imagen política y personal. Incluso en Pontevedra, su ciudad, fue declarado persona non grata.
El expresidente seguro que cometió errores. Sobresalen cuatro: la falta de contundencia con los corruptos de su partido que le causó mucho descrédito; confiar en el tiempo como el bálsamo que resuelve todos los problemas; la mala política de comunicación para explicar decisiones; y no haberse marchado antes.
Pero no es justo imputarle todos los males y no reconocerle aciertos. Suyo es el mérito de estabilizar y evitar la caída de España al abismo del rescate, recuperar la senda del crecimiento y creación de empleo y mantener la estabilidad política que da confianza a ciudadanos e inversores. Hay más logros incontestables de su gestión.
La oposición se equivocó en dos cosas. Sobreactuando en sus arremetidas contra el PP que, dice el ensayista Juan Claudio de Ramón, “no es un partido demoníaco empeñado en arrasar el estado de bienestar, es la derecha democrática española”, y en su fijación con Rajoy sin más programa de gobierno que echarlo de la Moncloa.
Ahora, nadie sabe el rumbo que tomarán el gobierno y sus socios, los populares en la oposición y Rajoy en su casa.
Pero visto como se llegó hasta aquí –y desde la distancia ideológica de todos– cabe pensar que los nuevos gobernantes y la oposición se percatarán pronto de que “contra Rajoy vivíamos mejor”. Y es posible que el ex presidente vea cómo se cumple el viejo dicho “otro vendrá que bueno me hará”.