La imagen no puede ser más ambigua. Una bandera americana, flameando al viento y en primerísimo plano, pero atravesada por una luz tan intensa que se lavan los colores. Y los colores son, evidentemente, la razón de ser una bandera; el espíritu de una patria. Esta imagen, en apariencia de significado oscuro, abre y cierra la obra maestra de Steven Spielberg, Salvar al soldado Ryan. Y debo confesar que su descifrado ha sido motivo de obsesión personal durante muchos años, pues es esta una película harto discutida por su (de nuevo) aparente deriva del antibelicismo a la justificación de la guerra. Pero, tras muchos visionados tanto de la película como de sus extras, en los que Spielberg da muchas claves, creo poder arriesgar una interpretación que explique el porqué de este cierre y apertura y también la esencia de la película. En primer lugar es necesario comprender que Salvar al soldado Ryan no es una película, sino tres. En la primera de ellas, el presente histórico del film, un veterano que visita las tumbas de sus compañeros de batalla. En la segunda, la larga secuencia en tiempo real que representa la carnicería en las playas de Omaha el Día D, es la experiencia de la guerra en toda su crudeza, un horror en el que los individuos se diluyen y que recalca, con un inolvidable ralentí sin sonido, el surrealismo de la situación. En la tercera, la más extensa, nos encontramos con un film de personajes excelentemente perfilados que nos quieren aportar la dimensión humana de ese horror absurdo al que hemos asistido. Y en el engarce de las tres explicamos el conjunto. Ante la brutal naturaleza de la guerra, un monstruo devorador de hombres anónimo y estúpido, se encuentran las personas capaces de honrar su humanidad en el peor de los contextos.
Por tanto, como subraya, sin pasarse, en la sobreimpresión final (tumba del capitán al que interpreta Hanks y la bandera descolorida), lo que da color a una nación, lo que explica el espíritu colectivo, no es el ideal abstracto de la sociedad, sino las acciones concretas de hombres dispuestos a dar su vida desinteresadamente por otros hombres. La bandera, si se derrama la sangre de los hombres a los que representa, pierde sus colores.