LA infanta le echó la culpa a su marido; ella se encargaba de la casa y firmaba lo que él le ponía delante. Messi, a su padre –al suyo propio, no al de la infanta–; él le daba patadas al balón y también firmaba lo que su progenitor le ponía delante. Raúl, el exjugador del Madrid, cogió un poco de aquí, un poco de allí y culpó a sus amigos; firmaba todo “por confianza” alegó ante el juez, que o es del Barça o del Atlético de Madrid porque ha ordenado embargar 9 millones al futbolista que se niega a pagar a sus antiguos socios una deuda contraída tras una fallida inversión en energías renovables y que, entre otras consecuencias, dejó sin trabajo a 200 personas. Queda claro, pues, que ser un buen futbolista, el madridismo está convencido de que lo era, no es lo mismo que ser un buen empresario.