UN accidente de tráfico suele provocar desconsuelo. Más cuando se trata de una furgoneta que se despeña por un acantilado. Eso ocurrió en el concello lucense de O Vicedo, donde un vehículo se precipitó al abismo y se estampó contra unas rocas al borde del mar. Por fortuna el conductor no sufrió daño alguno, lo que hace pensar que no estaba al volante. El hombre se alojó en una pensión y al día siguiente se esfumó sin dejar la menor pista. El furgón era de alquiler y debía ser devuelto dos días después del suceso. En la zona de carga había decenas de cajas de consoladores vacías... Por una vez un accidente no provocó desconsuelo.