JOSÉ Luis Corcuera sentía en sus tiempos de ministro con Felipe González una pasión desenfrenada por las patadas en la puerta, como la que Sergio Ramos y Piqué sienten por dárselas a la piernas de los contrarios –¡ay, si los defensa del Deportivo arreasen de vez en cuando alguna!–. Ahora, ya de jubiloso jubilado, acougou y de los puntapiés ha pasado a los pellizcos de monja, doloroso también, pero mucho menos violentos. El último se lo ha lanzado a Adriana Lastra, la nini intelectual –sus estudios se reducen a unas nociones de antropología– que ocupa la vicesecretaría general del PSOE por sumarse a la parvada de las portavozas. Corcuera le ha explicado que la brecha de género no se resuelve con esa menudencias. Casi ha sido más un viqueirón que un pellizco.