escribió la poeta Loto Seguin, urgida por la belleza de esta sierra tan alejada de la tierra como apegada al cielo. En la Sierra de O Xurés/se alza a los ojos/ sideral y fiero /el humilde suelo /y aflora a los pies /la mansa profundidad /del altivo cielo.
Ese era el ayer de su mirada, hoy, grita en ella el hombre su silencioso desespero, piafan inquietos los nobles carballos, zumban tristes los enjambres tras sus amuralladas colmenas, gime la tierra y se agrieta la piedra, a su alrededor todo es fuego, destrucción sin luz, humo sin aire, cenizas sin alas, todo talado en todo, todo ardiendo en todo, todo quemado al fin en la nada de su ser vivo, convertido ahora, para nuestro común desconsuelo, en el triste remedo de un paisaje de carbón cruelmente alzado
Ardió la Sierra de O Xurés, madre de todas las soledades, esposa de toda las bellezas, amante de todas las edades, como así atestiguan aquellos que por la Vía Nova transitaron ávidos de conquistar un mundo más allá del olvido y hallaron este que jamás olvidaron, el de la “Portela do Home”, el del Couto Mixto, el de la “raia seca”, el del agua quebrada, donde vuelan Pegasos de pétreas alas y pastan corajudas cachenas de largos cuernos y liviana osamenta.
Es su memoria el río del olvido, Limia querido, espejo de Lobios reflejo de Entrimo que al mar lleva y en él guarda celoso la estampa viva de este paraje perdido en el fondo del cielo y encontrado en lo alto del suelo.