Bienvenidos a Magic Town

Hay una película, de las menos conocidas de James Stewart, en la que el protagonista es un tipo que hace sondeos de opinión. Las cosas no van bien; se nota en esa escena en la que entran dos tipos y empiezan a llevarse los muebles. Sin embargo, cuando todo parece estar perdido, aparece ese milagro al que se aferra nuestro protagonista como única salida. Un pueblo perdido en medio de Estados Unidos, Grandview, es esa aguja en el pajar: las encuestas que allí se hacen reproducen a la perfección los resultados de las elecciones. El sitio perfecto para poder conocer cuáles son los gustos de los votantes y, por lo tanto, consumidores de todo el país sin tener que gastar más que unos pocos cientos de dólares.
“Magic Town” (“Ciudad mágica”), que así se llama el filme dirigido por William Wellman, es de 1947 y ha envejecido en algunas cosas: el tipo de ciudad, la vida de sus habitantes y el ritmo de la historia, entre otras. Lo que no ha perdido ni un ápice de actualidad es su capacidad para transmitirnos la importancia que tiene conocer los gustos y apetencias de quienes tienen voz, voto y algo de dinero en la cartera.      
¿Qué no darían los publicistas de Mad Men y sus herederos de hoy en día por conocer al dedillo cuáles son realmente los gustos del público? ¿Qué podría ser mejor que ir hasta esa Magic Town y hacerles encuestas sobre todo tipo de cuestiones para trasladar los datos y saber así lo que opinan millones de personas? Bueno, quizá que millones de personas opinen de forma gratuita y voluntaria sobre cuáles son sus gustos y sus intenciones de voto. Un sitio donde comentar, valorar y crear opinión e influir sobre los demás. Habría que inventarlo... salvo que ya existe.
Se llama Facebook y es gratis. Pero la verdad es que, si algo es gratis, el producto eres tú. Y pagas con el nuevo oro negro: los datos. Facebook es la Magic Town perfecta. No hace falta que James Stewart vaya tras cada vecino haciéndole encuestas para saber si este es el detergente definitivo o si ganará el candidato demócrata o republicano porque Facebook ya lo sabe.
Espero que me perdonen el destripe –solo han pasado 71 años desde el estreno– si les cuento que, como era de esperar, la cosa en Magic Town acaba mal. Cuando se descubre el pastel, la ciudad se llena de publicistas y periodistas y todos quieren hacer allí su agosto porque el negocio es suculento. Hasta que la magia –y la ciudad– se rompen porque, igual que en los documentales de La2, cuando el animal se da cuenta de que está siendo observado, cambia su comportamiento y automáticamente deja de ser útil.
Nos rasgamos las vestiduras por el escándalo de que se hayan usado datos de Facebook para influir, mediar y crear opinión, echando una mano importante a Donald Trump para que pudiera ganar las elecciones. Al margen las malas prácticas de las empresas, se nos olvida que todos los que tienen cuenta en la red social de Mark Zuckerberg han entregado toda su vida pensando que era gratis y que no pasaba nada por hacer público hasta el más ínfimo e íntimo detalle. Bienvenidos a Magic Town. 

Bienvenidos a Magic Town

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