Tras los resultados del 20-D se hizo patente la necesidad apremiante de lograr acuerdos básicos para la regeneración democrática de un país en ruina social, económica y ética. Era preciso proteger los restos de una sociedad sometida al pillaje, humillada en sus valores y con la voluntad mimetizada. La fragmentación parlamentaria era un signo evidente de un ansia de cambio de ciclo, con matices, pero sólo apto para aquellos que entendieran la política como un acto de servicio público, desterrando a quienes habían utilizado lo público para su servicio. Había llegado el tiempo de la valentía, de la ética como herramienta y del dialogo, como objetivo.
Esta pasada semana el Parlamento ha vuelto a defraudar, a engañar al pueblo al que dice representar. Hemos sido testigos de lo miserable, del egoísmo como tributo, cuando no del narcisismo más indigno. Los aplausos de las bancadas no conseguían acallar los gritos de indignación de las paredes en un hemiciclo asqueado por las miserias personales de unos figurantes que sólo protegían sus inconfesables hojas de ruta.
Debate sin debate, donde el insulto y el desprecio al contrario dinamitaron toda posibilidad de entendimiento. Los dirigentes únicamente se esforzaron en satisfacer a sus hinchadas. Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Albert Rivera, intentaron ocultar al Parlamento y a la calle, sus verdaderas estrategias, ajenas a las demandas que la ciudadanía reclama con urgencia.
Rajoy, continúa con su agenda vacía, presidente en funciones de oposición, en caída libre y conocedor de que se acercan tiempos de explicaciones ante los juzgados, como responsable directo de una “organización criminal creada para delinquir”. Sánchez trató de rentabilizar su tiempo estelar, improvisando geometrías imposibles, sabiendo que el enemigo vive en Ferraz y sólo como Presidente del Gobierno podrá salir airoso del próximo Congreso del PSOE. Rivera está dispuesto a vender su moto, igual da izquierda o derecha, gestiona bien los tiempos, pero deja al descubierto su escora ideológica. El nacionalismo ha dejado claro su precio, su hoja de ruta, imposible de aceptar o cumplir. Especial mención merece el diputado más caro del hemiciclo, casi medio millón de votantes lo respaldan, el señor Garzón, lleno de buenas intenciones y discurso coherente pero vacío de capacidad numérica.
vicepresidente “in pectore”, dinamita a su teórico Presidente, descalifica al socialismo rompiendo toda posibilidad de acuerdo. El PSOE fue responsable, en su día, de no despejar la incógnita y el líder de Podemos lo es por echar cal al posible pacto de izquierdas. Postureo llevado al límite, discurso con tintes sexistas, residente en la sala de espejos del Museo de Cera. Si creían que traían un aire fresco con aspecto informal, se han equivocado, eso es más viejo que la pana, por ahí ya pasamos muchos.
La hoguera de las vanidades se ha instalado en la Carrera de San Jerónimo. ¡Aquel que esté libre de culpa que tire la primera piedra!… y entre todos lapidaron la esperanza.