Despedida

Es tan corto el amor y tan largo el olvido! Jugué a los quereres. A recitar poesías mientras asomaban lágrimas femeninas y frases de perdón masculinas... Estoy en mi habitación. Siete de la mañana. El sol se lleva retales de tinieblas apiladas sobre el Tibidado y la Barceloneta. Casi no he probado bocado en los dos últimos días. Pero estoy harto. Lleno. Tengo sed y me duele la cabeza. 
Ha sido una dialéctica agotadora mantenida con ansiedad. ‘’La libertad sin desebarazarse de sí mismo’’ (Sciacca). Dejo la pluma y estiro la mano repetidas veces. Me duelen los dedos. Busco un cigarrillo. He terminado el paquete. Escarbo una colilla en el cenicero, abundante de ellas, y la enciendo.
Es inevitable bajar el telón. Dentro de una hora saldré de mi casa para no regresar. Tengo un dinerillo ahorrado y el mundo por delante. Me iré antes que despierte la familia, mochila al hombro y adiós a España. 
Será un escándalo internacional cara a la operatividad del artículo 155 de la Constitución de 1978 entre la locura furiosa de unos mandamases y la desidia de otros. Renuncio a pensar lo que pudo haber sido y no fue. 
Aprovecho para ducharme y cambiar de ropa. Ya está todo listo. Ciudadanos de primera y de segunda. Tren de dos velocidades. El orgullo enjugó su lágrima y mi frase de perdón en los labios. Mañana me preguntaré por qué ella no lloró y yo me quedé callado... 
Me veo bajando la escalera del chalet. Salgo a la calle. Cierro la puerta. El fiel perro corre alborozado a mi encuentro. Lo acaricio con ternura. 
Empiezo a caminar. Hacia Las Ramblas, estatua de Colón y templo de la Sagrada Familia. Los pájaros saludan al mes de octubre. El crepitar del motor catalán aturde. Los míos duermen. Cuando despierten yo estaré lejos, muy lejos...
Al regresar el sueño se había ido.

 

Despedida

Te puede interesar