tras entrevistarse con Torra, Pablo Iglesias en su curiosa condición de heraldo de Pedro Sánchez, dejó caer que “solo con valores republicanos Cataluña y España podrán caminar de la mano en un mismo Estado”. Ojo al dato. Está claro que Iglesias actúa sabiendo que dada la precariedad parlamentaria del PSOE (84 diputados) tiene políticamente atado a Sánchez y sicológicamente con cierto síndrome de Estocolmo. Sánchez le debe una al PNV, pero el grueso de su deuda política es con Iglesias. En 2016 no apoyó su investidura, dejando que siguiera gobernando el PP pero hace un mes cambió de estrategia siendo fundamental en el triunfo de la moción de censura.
El tiempo es maestro y la paciencia, virtud revolucionaría (Mao Tse Tung). Iglesias ha hecho suya esa reflexión esperando a que una combinación de factores propiciaran las condiciones para aglutinar fuerzas suficientes como para desalojar del poder al PP. Las sentencias en los casos de corrupción, el apelmazamiento de la vida política que generaba el discurso economicista de Rajoy, el laberinto en el que se encuentran los separatistas catalanes, el juego siempre ventajista del PNV y la ambición de poder de Sánchez... propiciaron una coalición anti PP que hoy, ya con cierta perspectiva, permite ver que fue Iglesias –y no tanto Sánchez– el gran muñidor de la liga anti Rajoy.
En su momento dijo que Podemos apoyaba la moción de censura sin pedir nada a cambio. Pero la política es “do ut des” y analizando sus palabras tras la entrevista con Torra se diría que ya está en marcha una agenda para involucrar al PSOE en una suerte de pacto “republicano”. Un alianza con ERC y los comunes para reeditar la vieja (e infausta) fórmula del “tripartito”. A Sánchez, deslumbrado como está por las facilidades que apareja el poder: aviones, helicópteros, citas a lo grande en El Elíseo, en la Cancillería de Berlín, en Bruselas, quizá no le quede tiempo para analizar a dónde podría conducir la estrategia de Iglesias. El líder morado es un político inteligente que no da puntada sin hilo. Si antes la presa fue Mariano Rajoy, ahora, sin prisa pero sin pausa, el objetivo parece señalar a la Corona, el núcleo del régimen del 78. Confiemos en que Sánchez se percate de la jugada.