el partido que mece la cuna del Gobierno acuñó, hace ya años, el slogan de que “son el partido que más se parece a España”. Y lo que parecía un plus para el Partido Popular se ha convertido en un insulto a la ciudadanía: el partido acusado ante los tribunales, con los tesoreros, exsecretarios generales y el propio presidente –que lo es, también, del Gobierno–, ¿es el espejo de la sociedad española?
Repasemos: el penúltimo capítulo lleva como título Real Federación Española de Fútbol, y viene a llenar otras páginas del grueso volumen de la corrupción que ha llegado a todo el país desde Fisterra hasta la otra punta del mapa, cruzándose –en diagonal– con otra línea que va desde Girona a Huelva.
Se puede resumir, parodiando el famoso dicho del mono, recorriendo España de árbol a árbol, por estos pájaros que de caso en caso van forrándose… Se descubren asuntos fétidos en altos organismos, en instituciones que parecían fuera de toda duda y en el mismo corazón del país.
Hacer la lista avergüenza y recordar los nombres de cada operación iniciada por la justicia a través de la Policía y la Guardia Civil, es como recitar los cien casos más famosos de la lista de la delincuencia…
Pero es que, además, esta escalada de la corrupción (levantamiento de bienes, fuga de capitales, cohechos, prevaricaciones, etc., etc.) dejó miles de víctimas: desde preferentistas hasta enfermos de hepatitis, pasando por trabajadores que no llegan con su salario a cubrir las necesidades que tiene su familia. Claro que también nos dejó nuevos millonarios…
Pero no es solo eso: la época en la que todo vale nos trajo también el retorcimiento de las leyes, las trampas en el ejercicio de la función gubernamental, el cinismo en las actuaciones. ¿Dos ejemplos? El uso de las víctimas, como ejemplo reciente, o su autismo cínico para juzgar el referéndum de Venezuela en relación con el caso de Cataluña, por recordar otro conflicto también actual.
¿Ellos son así, pues nosotros somos igual? Me niego a aceptarlo y me acojo “a las dos Españas”, para soñar que ellos son la imagen distorsionada del pueblo al que dicen servir. O, tal vez, que hay miles de españoles –por justificar los sondeos de opinión que siguen engordando con sus votos a los populares– que no se enteraron de lo que pasa a su alrededor o se niegan a aceptar la realidad. O, ay, se aprovechan de ella.