siempre que hay una noticia en la que una mujer es la víctima –algo que pasa todos los días– pienso que tampoco pasa nada por descansar un día y hablar de otra cosa, solo por esta vez. Luego recuerdo que, si nosotras no lo contamos, nadie más lo va a hacer, así que tomo aire y sigo.
Viene todo esto a cuento de la sentencia de ayer contra la Manada, gran nombre artístico para este grupito de cafres amigos de sedar chavalas para luego hacer lo que quieran de ellas. El fallo –otro gran sustantivo que también explica muchas cosas– no es todo lo dura que muchos –y sobre todo muchas– esperábamos. Al parecer, los jueces consideran que no hubo violación propiamente dicha porque no se ha probado que ejercieran violencia ni intimidación sobre la víctima. Si cinco señores de más de 1,80 de estatura te piden la cartera en un portal y tú se la entregas por miedo a que te den una paliza, la policía, la sociedad, tus padres y hasta tu vecino del quinto aplaudirán tu conducta y te dirán que has hecho lo mejor porque, si no, además de robarte, podrían haberte matado. Dales lo que tengas, no te resistas, que es peor. Pero, ay, amigo, si la cosa va de violación... lo mejor que puedes hacer es pelear como una fiera, a ver si de paso de llevarse lo que quieren te rompen la cara y un par de costillas, que es algo que siempre luce en un parte de lesiones. Además, ayudará mucho a que, si consigues sobrevivir, la convalecencia y la recuperación sean lentas y así podrás quedarte en tu casa, dando esa imagen triste y compungida que se espera de ti, para que no te juzgue nadie si, en un alarde de locura, se te ocurre salir con tus amigas o ir al cine como si siguieras viva.
Claro que... quién iba a sospechar algo malo de unos chicos tan amables, tan educados y, las cosas como son, tan guapos. Además, uno es guardia civil y otro es militar, gente encargada de proteger a los demás. ¿Qué podría pasarte con un grupo así? ¿Quién no permitiría que la acompañaran? ¿Quién no se quedaría en shock si algo así le pasase?
El juicio a la Manada no era un simple juicio por violación. Era el juicio por violación que iba a cambiar aquellos tiempos en los que las que tenían la desgracia de sufrir un ataque se pensaban dos veces si denunciar porque había dos banquillos: el de los acusados y el de las víctimas. El juicio de la ley y el juicio moral de si la falda era demasiado corta, si no le habrías dado pie o si es que ella se iba con cualquiera.
A casi nadie, incluidas sus señorías, le quedan dudas de que lo que pasó en el portal no fue porque la chica lo pidiera, ni porque participara de buen grado. Si el Código Penal no nos ampara en esto, tendremos que cambiarlo hasta que lo haga. En las concentraciones de ayer había muchas mujeres pero también, y esto es lo maravilloso, muchos hombres. Porque esto no es una guerra de mujeres contra hombres, sino de personas de bien contra quienes consideran a las mujeres como simples trofeos.
Cuantos más de estos haya, más tranquilas volveremos a casa por las noches, sin tener que apretar las llaves como posible arma y agarrar el móvil, rezando para que, pase lo que pase, no te alcancen en el portal.