Todo era puro teatro. Mientras Sánchez pedía ayuda a Podemos, en su partido pedían precio para el decorado que rodea los actos electorales que televisa la “uno”. El PSOE, que siempre jugó de farol en esas conversaciones que debían unir a los progresistas, lo que en verdad quería era la abstención de Ciudadanos, con quien más pronto que tarde escenificarían su unión, para –por un lado– seguir con ese programa donde se llega al centro desde la izquierda y la derecha para mayor gloria de los poderes fácticos que no están dispuestos a perder ni un ápice de su poder y, por consiguiente, de sus exagerados beneficios.
Aquí nos tiene Pedro Sánchez: España es el país más infeliz de Europa y el segundo del mundo. Y, ojo al dato, que diría José María García, solo el cuatro por ciento de nuestros convecinos se consideran felices, puesto que tienen buena salud que no dinero.
Y aquí, señor Feijóo, no hay que sumar más a la derecha actual, pues ya está. Reflexione: el franquismo no se diluyó como un azucarillo, pasó al “fraguismo” y cuando desapareció Fuerza Nueva, engordó Alianza Popular.
Y, ya puestos, recuerde que por aquel entonces “os do fume e da fariña también se arrimaron” a lo suyo como lo demuestran fotos y testimonios diversos.
No habrá que contarle que Santiago Abascal nació políticamente en un chiringuito del Partido Popular de Esperanza Aguirre. Que Aguirre pertenece, y por eso está siendo investigada, por la corrupción que no para y que ya en la Comunidad de Madrid suman cuarenta los citados ante la justicia (¡anda como los de Alibabá!) y donde todos metían la mano hasta el codo, como el caso de Granados (del PP) y el yerno de Villar Mir (que pasó de Franco a los magníficos) por citar los últimos datos conocidos de esa charca.
Así que menos lobos, que a pesar de que muchos se vuelven histéricos cuando les recuerdan la historia sin ningún tipo de amaños, es un buen ejercicio repasar el pasado para entender mejor el presente.
Todo eso de las reuniones partidarias, donde van a reafirmarse los propios, es como un teatrillo, una representación donde solo cambian los decorados.
Aténgase a la realidad que no dice que la pensión media de los gallegos no alcanza los mil euros y está por debajo del resto del Estado y que el Sergas figura a la cola de los servicios sanitarios en toda España.
Lo suyo, don Alberto, puro teatro en el escenario de Cercedo