CUENTAN los que saben, o al menos parece que saben, que cuando Aznar, el Aznar de la primera legislatura, el que hablaba catalán en la intimidad, negociaba el apoyo de Pujol a su investidura, pues carecía de mayoría absoluta, el presidente de la Generalitat, que no destacaba por su estatura, le exigió que no hubiese un solo ministro más alto que él. Aznar estuvo en un tris de desmontarle la Xunta a Fraga, que para ocupar los despachos de San Caetano no había elegido precisamente a jugadores de la NBA. Después, las conversaciones siguieron otro camino y don Manuel se salvó de hacer una crisis de Gobierno. Tal vez no sea más que una leyenda urbana, pero... La Marea, nasía pa’ganá, está en una situación parecida, no porque Puigdemont se quiera llevar a algún concejal –ojalá lo hiciese–, sino por lo del crecimiento. La pseudopeletera Silvia Cameán presentó la renta social como “unha ferramenta para medrar” y Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira, confesó que la aprobación de esa ayuda ya valía por todo el mandato municipal, pero en su primer año de vigencia tan solo se concedió una. O sea, los mareantes son más de minisbasket que de NBA.