El papa ha dicho: “En el Vaticano existe un lobby gay, y no sé cómo atajarlo porque soy muy malo organizándome”. Eso es peor que si Rajoy dijera que en el PP, aparte de corruptos y mentirosos, también hubiera una trama gay. ¡Sería la leche! Sobre todo porque sabemos que en el PP todos son honrados/as, veraces/zas, y tan machotes/as como Rajoy.
Pero el caso Vaticano tiene miga: es referencia espiritual y moral de gran parte de la humanidad. El papa reconoce “dificultades” para acabar con los chaperos (¿quizá cinturones de castidad?). Dice: “¿Quién soy yo para juzgar gais?” No sé, quizá tampoco pueda juzgar curas pedófilos. Aun así no debe dimitir –como Benedicto–, no vaya a ser que elijan un papa mariquita. Sólo faltaba eso, cuando en el Islam presumen de machismo redomado, tratando de putas a las moras que se pinten, depilen o perfumen. Deben oler a cabra, estar a campo, y nada de peluchito francés.