Si es cierto que cada día tiene su afán, también es cierto que cada día nos depara actualmente una nueva y cada vez más inquietante sorpresa. Así ocurre con el anuncio de que los líderes de Podemos en Cataluña, País Vasco, Galicia y Baleares, reconocen y reclaman el derecho de autodeterminación para que “las naciones que quieran irse, puedan hacerlo”.
Realmente, no encontramos explicación alguna a que ese derecho, de ser reconocido y aceptado, no pueda extenderse a otras comunidades autónomas, llegando incluso a alcanzar a las diecisiete que integran el Estado español. Esa peligrosa dinámica supone un cambio radical para la unidad de España, como patria común e indivisible de los españoles. Semejante deriva conduce, no a lo que Ortega y Gasset llamaba la España invertebrada; ni a lo que exponíamos como la España desvertebrada; en este caso, se persigue una España fracturada y rota o, dicho en román paladino, la ruptura de España.
Pensar que las comunidades a las que se refiere la información pueden constituir un “numerus clausus” es negar ingenuamente que las demás comunidades se conformarían con ir a la zaga o ser de inferior categoría. Si la actual situación política vive un marasmo de incertidumbre y es escenario de corrientes disolventes de su integridad y solidaridad interterritorial, contrarias a que todos los españoles sean libres e iguales en derechos y obligaciones, cualquiera que sea el territorio que habiten, lo que se propone con las nuevas corrientes es volver a los llamados “Reinos de Taifas”, que llegaron a ser hasta treinta y nueve pequeños reinos, sólo en el Califato de Córdoba.
Ya en su momento, Felipe González advertía del peligro de que la España de las autonomías pasase de la descentralización a la centrifugación; aunque ahora lo que se pretende es peor; es la disolución del propio ser de España. Decir que semejante actitud plantea el dilema hamletiano de ser o no ser, no es una amenaza; es una realidad y un desafío que puede llevarnos a que a España, como decía Alfonso Guerra en otro escenario, “no la conozca ni la madre que la parió”. Esta sentencia no es un futurible ni una hipótesis de trabajo; es un intento secesionista serio y que como una hidra avanza y se extiende por el cuerpo social y, lo que es peor, con complacencia y cierta impunidad. El Estado plurinacional que se propone, como asimétrico, sería la balcanización de España. Se trata de un eufemismo que atenta contra el propio Estado para su desaparición.