Cachita

ni recuerdo de Cachita Núñez es tan lejano como los días de la plaza de España, donde compartimos vivienda. Yo, uno más de tanta cativería del “boom” demográfico de aquellos años, ella, madre de familia numerosa, y persona arrolladora, de rompe y rasga, se decía entonces. 
Recuerdo con nitidez a su padre, el almirante don Indalecio Núñez Quijano, metiendo en su vehículo niños y niños, nietos y ajenos, camino de las Discípulas. Entonces no se hablaba de esas cosas, al menos en nuestro ámbito, luego supe de su caballerosidad represaliada en los días amargos de la guerra civil: don Indalecio firmara el pacto con Sánchez Pinzón, teniente de navío en el “Cervera”, pacto que habría de ser papel mojado. 
Cachita Núñez frecuentaba los lugares donde se cocía la cultura ferrolana, y en esa condición la recuerdo –1967– en cierto debate luego de la representación de “Escena para cuatro personajes”, de Ionesco. Yo era un zangolotino suertudo, pues de la mano de Loló Pérez Linos había llegado a aquel Teatro Estudio, actuando al lado de Laura Landeira o Joaquín Lens, un lujo. Por allí, entre el público, polemista, Cachita Núñez. Con quien nunca más coincidí pero de quien iba sabiendo, ¿quién no, en una ciudad abierta en su pequeño mundo?, como artista múltiple, diletante, poeta incluso (recuerdo unos versos dedicados al doctor Vergara, otro mito de esos años). 
Con Cachita Núñez, y quiero poner el acento en ello, se nos va un tiempo irrepetible. Un Ferrol que ya no volverá a ser, el que anunciaba Ángel Oliver en “Días turbulentos”, y que venía de aquellas historias coloniales, el hipocorístico Cachita (oficialmente, Caridad, por la cubana Virgen Caridad del Cobre), todo un síntoma, y se desplaza a lo largo del siglo XX, esta dama fiel espectadora de gran parte de él, había nacido en 1919 (el mismo año en que lo hizo mi padre, otro resistente). Cachita Núñez, casi centenaria, se nos ha ido y con ella –insisto– un Ferrol yo no sé si más feliz pero mucho más prometedor. 
Desde aquí mi afecto a su inmensa parentela. Esos Núñez, todos, de cierta dedicatoria de don Gonzalo Torrente Ballester, tan parcial de la Casa. Un afecto que voy a centralizar en mis amigos, Pepe, Caco, Santos, Antonio, hijos de Cachita, a quienes voy encontrando en los caminos de la vida, tantas veces gozosamente ferrolanos

Cachita

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