AÚN hay quienes no se han recuperado de la depresión en la que cayeron al enterarse de la muerte de Fidel Castro. Esos tristes abundan en Europa a miles de kilómetros de Cuba, y disfrutando de su libertad. Un bien del que, en cambio, carecen todos los cubanos, decenas de los cuales, según se acaba de saber, fueron encarcelados, y así siguen, en las horas siguientes a la muerte del dictador por hechos como no ver su funeral por televisión o estar en la calle durante el toque de queda. A los deprimidos de por aquí ni se les ocurre denunciar semejante injusticia.