El fracaso de la investidura de Sánchez nos condena a un nuevo paréntesis de desgobierno y a la más que probable repetición de elecciones. ¿Nos merecemos este despropósito, resultado, fundamentalmente, del escaso nivel de nuestra clase política? Probablemente no, pero esto es lo que hay.
Quienes proclamaron la conveniencia de posibilitar el Gobierno del partido más votado, han cambiado de opinión, negando la mayor y votando en contra. ¿Con qué objetivo? Por un lado, facilitar una repetición electoral que les beneficiaría. O, cuando menos, dejar la gobernanza en manos de ese conglomerado Frankenstein, con la esperanza de que hundieran España para que ellos, después, pudieran levantarla. Vieja estrategia del exministro Montoro y claro ejemplo de política sectaria.
Quienes nacieron, o eso pareció, con una imagen liberal, casi socialdemócrata, volcados en contra de los nacionalismos y en defensa de la unidad de España, tuercen sus viejos principios y se esfuerzan en competir con el PP para sustituirle, primero como oposición y a continuación como candidatos a presidir el Gobierno. Así, Rivera se niega a facilitar la investidura de Sánchez y le empuja a los brazos de esa “banda” tan denostada. Con ello mantiene su argumentario de “pacto con quienes quieren romper España”, ante unas posibles, elecciones anticipadas. Más sectarismo y menos patriotismo.
Unidas Podemos resulta mucho más previsible en su posicionamiento. Es cuestión casi de vida o muerte. El deterioro de su formación y el de Iglesias le obliga a jugar el órdago permanente. O consigue lo que pide o se hunde en la miseria. Y lo que pide es inviable para Sánchez, para España y para Europa.
Y qué decir del PSOE. Tras un largo periodo de escasa actividad en las negociaciones, se dedica a construir acuerdos, comenzando, como bien dijo Gema Robles en TVE, por el tejado en vez de por los cimientos. Dejando las estructuras programáticas para no se sabe cuándo y abriéndose al empeño del regateo personalista sobre cargos.
Así las cosas, muchos empezamos a pensar que ha ocurrido lo mejor que podría ocurrir: el fiasco de un posible Gobierno bicéfalo que habría llevado a nuestro país a una situación, cuando menos, preocupante.
Ahora, por favor, señores políticos, pónganse las pilas, y piensen en los españoles, a los que se suponen sirven, y no en ustedes mismos y sus partidos.