“Lume á monarquía”

en marzo por vulnerar el derecho a la libertad de expresión al multar con 2.700 euros a dos independentistas catalanes por delito de injurias a la corona quemando una foto del rey en 2007. Ese hecho, dice la sentencia, puede ser un acto incívico, pero forma parte de la crítica política en el marco del ejercicio de la libertad de expresión y no lesiona su dignidad.
Desde entonces el rey, piedra angular de la democracia que nos dimos, es una pieza a cobrar para acabar con la monarquía y con la España del 78. Los independentistas catalanes empezaron antes, pero un mes después de la sentencia de Estrasburgo el diputado nacionalista Luis Bará rompió la foto del rey en el Parlamento de O Hórreo para reclamar la derogación de la ley mordaza mientras proclamaba que “romper este retrato é o abecé da democracia”.
La semana pasada, antes de la discutida Fiesta Nacional, los miembros de la organización juvenil del BNG se pusieron detrás de la pancarta “Lume a monarquía” para protestar contra el modelo de Estado y reivindicar la autodeterminación mientras quemaban una imagen del rey. “A queima dun espantallo do rei, dijo el secretario de esa formación, é un acto en defensa da libertade de expresión, contra o réximen e todo o que representa”.
El diputado Bará y los jóvenes del partido coinciden en que con gestos como este –romper o quemar la foto del rey– defienden “dereitos esenciais nun sistema democrático. Falamos de libertade de expresión, da libertade de pensamento, dereito a criticar a monarquía”. Ambos van a rebufo, en mala imitación, de las falacias y fake news de los independentistas catalanes. Solo con unos chupitos se puede hablar de España como un “Estado de excepción claramente autoritario” en el que “non hai separación de poderes, nin garantías democráticas”.
Haciendo uso de la misma libertad de expresión, hay que decir que el régimen es perfectible, mejorable, pero arremeter sin más contra el modelo que nos trajo hasta aquí en condiciones nunca soñadas es tirar por la borda 40 años de convivencia y prosperidad.
También procede decir que la democracia española está tan fuerte –en gran medida gracias a la monarquía– que hasta el diputado Bará pudo romper la foto del rey en el Parlamento y las juventudes de su partido quemarla en la calle. Es más dudoso que los nacionalistas obtengan rentabilidad en las urnas con este tipo de acciones. Hasta ahora no fue así.

“Lume á monarquía”

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