El testigo

si alguien esperaba algo distinto de la comparecencia del presidente de Mariano Rajoy, en calidad de testigo, se equivocaba. Me sorprendió, pues, que varios compañeros periodistas, tertulianos en programas de análisis político, tanto en radio como en televisión, albergasen la esperanza de que Rajoy hiciese el “paseíllo”, a pie y a pecho descubierto, hasta la entrada en la Audiencia Nacional, compareciese ante los medios de comunicación y se sentase en la silla de todos los testigos “mortales”. Demostraron que eran unos optimistas desbordantes, ya que ni uno de sus deseos se vio cumplido. 
Entró Mariano por la puerta de atrás, en caravana de coches oficiales, de cristales tintados, no sabemos si fue recibido por el presidente de la Audiencia Nacional, con genuflexión y bajo palio, y no se mostró su imagen hasta que se vio, en plano de igualdad con los magistrados del Tribunal ante el que comparecía, demostrando que no era un testigo al uso. 
El “presi” recibió, a mi juicio, trato de favor por parte de los togados juzgadores, situándolo a su misma altura y mirando al “tendido”. Mariano y los jueces dejaron en evidencia que, pese a lo proclamado por la Constitución, la Justicia no es igual para todos, aunque Rajoy compareciese como un ciudadano mas, y no como presidente del Gobierno. Es difícil de entender tal conducta.
Si bien Rajoy había preparado minuciosamente su comparecencia con sus abogados, durante bastantes días, intentando desmarcarse de los “no recuerdo”, “no lo sé”, o los “no me consta”, y comenzó sus declaraciones, ante las preguntas de los letrados de la acusación, con unas afirmaciones tales como “lo recuerdo perfectamente”, pronto cayó en graves errores, como el creer que se encontraba en la tribuna de oradores en el Parlamento, utilizando sarcasmos y puyas hacia los abogados que lo interrogaban. Esta conducta, pese al trato deferente del presidente del Tribunal, hizo que éste tuviese que recriminar y cortar al deponente, por muy presidente del Gobierno que fuese. No voy a entrar a juzgar la valía profesional de los letrados inquisidores, pues este análisis versa sobre la conducta y actitud del testigo compareciente.
Pero lo más grave de la presencia de Mariano Rajoy ante la Audiencia Nacional, ante la que comparecía para dar su testimonio acerca de su actividad cuando era jefe de campaña de Aznar en las elecciones del año 2.000, fue que mintió flagrantemente en sede judicial. Negó contundentemente conocer el presupuesto de dicha campaña y faltó a la verdad. Me atrevo a afirmar esto, ya que la hemeroteca es muy tozuda y lo desmiente. Rajoy si conocía que el presupuesto ascendía a 1.900 millones de pesetas de entonces, para organización y publicidad, y otros 900 millones para mailing. 2.800 millones. Así lo comunicó a los periodistas, en rueda de prensa, en dicho año. Por su parte, el Tribunal de Cuentas denunció la falta de transparencia del PP por no informar las empresas de los servicios prestados por valor de 62,2 millones de pesetas. Algo que también conocía el director de campaña.
Rajoy, por tanto, mintió ante el tribunal, lo que constituye un grave delito. ¿Tendrá consecuencias penales? Lo dudo.
 

El testigo

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