Llamamos hispanistas a aquellos estudiosos que, sin ser el suyo, se acercan a nuestro pasado histórico, el de los españoles, con ánimo de conocerlo mejor y desde una perspectiva distinta. Sus contribucioneshan sido en algunos casos particularmente importantes.Cualquier medievalista, como es mi caso, conoce a Derek Lomax, hispanista británico, cuya monografía sobre la Reconquista vale la pena leer por su amenidad y exactitud. Además con la ventaja de quien no tiene muchos de los prejuicios o complejos con que los autóctonos podemos abordar nuestro propia historia.
Como Lomax podemos citar otros historiadores, entre ellos dos norteamericanos como Pressott y Reilly que abordaron etapas decisivas y apasionantes muy poco estudiadas en su momento por los historiadores españoles. El primero, William H.Prescott, nacido en la famosa ciudad de Salem, Massachusetts, a finales del siglo XVIII, escribió varias obras magistrales sobre los Reyes Católicos y la conquista de América, en particular de Méjico y de Perú. El caso de Bernard Reilly es mucho más reciente, sus obras se dedican a los reinados de Alfonso VI y doña Urraca, en el tránsito del siglo XI al XII, contribuyendo a llenaruna de las grandes lagunas de la historia castellano-leonesa.
El historiador británico Paul Prestón es otro de los grandes hispanitas británicos, dedicado al estudio de épocas mucho más recientes, como la guerra civil y la etapa de Franco. En este caso sus contribuciones han tenido mayor repercusión dentro e incluso fuera del ámbito académico, por razones lógicas de cercanía en el tiempo y por su temática.
Siempre es apreciable la visión de un historiador extranjero, en principio ajeno a los hechos que estudia. Sin embargo, esto no garantiza estar a salvo de la subjetividad e, incluso, de los prejuicios que contaminan cualquier labor histórica. Un viejo maestro universitario me lo advertía, no era posible dejar de ser subjetivo, en todo caso había que procurar no ser tendencioso. Con el tiempo me he dado cuenta que tampoco sepuede ser pretencioso.
Pretencioso me parece que un gran hispanista como Preston acabe pontificando sobre todo a lo que atañe a los españoles, solo bajo el prisma de la época histórica que conoce. Así ocurre cuando achacaba los problemas de la corrupción política actual, a una supuesta mentalidad de la época franquista propensa a poner lo público al servicio de lo privado. A parte de tratarse de una mera suposición fruto de una generalización que la invalida, no es justo achacar la inmoralidad a la idiosincrasia de un pueblo durante una determinada época, la bajeza moral no es patrimonio de ningún pueblo, en algunos casos si lo es generar leyendas negras.