que por culpa de los huevos podres haya que retirar del mercado algún producto tiene un pase; que la OMS avise de que comer hamburguesas es peligrosísimo, también se puede sobrellevar, incluso que la OCU denuncie que uno de cada tres pescados que se consumen en España tiene anisakis es tolerable, pero que las ventas de las galletas María hayan caído un 6% no hay manera de consentirlo. Es el reflejo de que el país se encuentra en una crisis, pero una crisis de verdad, crisis de identidad, crisis de valores. Esa galleta que se mojaba en la taza del desayuno, que se partía por haberla empapado demasiado, se zambullía en el café con leche y salpicaba la camisa como el niño que se tira a bomba a la piscina. Ni Oreo ni Príncipe de Beukelaer ni Choco Crispies ni Donuts, donde esté una galleta María.