Todo lo que se ha dicho y escrito sobre Trump inclina a pensar que estamos ante un personaje escaso de tacto y largo en desmesura. Pese a la naturaleza excepcional de su encomienda nada sugiere que vaya a cambiar de personalidad atemperando sus excesos. El último ha sido anunciar que está embarcado en una guerra contra los medios. En su decir, los periodistas son “los seres humanos más deshonestos de la Tierra”.
Si ha empezado su guerra contra la Prensa como quien dice antes de saber dónde están los interruptores de la luz en la Casa Blanca es porque el instinto depredador le dice que a lo largo de los próximos años los medios van a ser su gran enemigo. Esa estrategia de elegir al contrincante y “pegar duro” le ha dado buenos resultados como empresario. Por otra parte, señalar y estigmatizar al “enemigo” es recurso habitual de los políticos populistas.
Ataca a los medios porque antes de que decidiera saltar al ruedo de la política era ya el blanco de las chanzas y críticas de los periodistas que habían encontrado un filón en sus excentricidades y delirios. Nadie se lo tomaba en serio, pero él fue tomando nota de las críticas. Habla de los periodistas con rencor represado. Presume de haber derrotado a la mayor parte de los grandes periódicos. Hay que reconocer que así fue: casi todos nos equivocamos al dar por hecho que Hillary Clinton ganaría las elecciones.