España ha visto cómo la pandemia ha espantado al turismo y, con ello, cómo se han esfumado treinta y tantos mil millones de euros que, con la que se nos viene encima, estaría genial que hubieran ingresado en las arcas del Estado. Pero es que a costa de informar todos los días de brotes y rebrotes, de poblaciones confinadas y de bares cerrados, a los guiris se les han quitado las ganas de broncear sus serranos cuerpos en nuestras playas. Y por si esa publicidad no fuera ya suficientemente dañina, tienen que cerrar la Embajada de España en Praga por un brote de coronavirus. Vamos, que al final va a parecer que tenemos un gen que nos hace más propicios a pillar la enfermedad.