Históricamente el voto gallego se ha polarizado entre las dos grandes formaciones nacionales: PP y PSOE. Entendiendo que el PP aglutinó el espacio electoral de las extintas UCD y AP. Solo eventualmente el BNG tuvo una representante en el Parlamento Nacional. Durante esta última y convulsa legislatura, se acarició el sueño de tener grupo gallego propio, aunque fuera un grupo fragmentado entre la lealtad a Galicia exclusivamente, de Alexandra Fernandez, y la obediencia debida a los dirigentes nacionales de Podemos, de los otros 4 diputados.
Este largo periodo coincidió con numerosos agravios con respecto al Mediterráneo, como el engaño del AVE, que tras 25 años, aun no circula por Galicia, la renovación inexplicable de la concesión de la AP 9, el inexistente Plan Director del Corredor del Atlántico, mientras el del Corredor Mediterráneo ya está en marcha, la ausencia de una política forestal que prevenga los incendios y desarrolle sosteniblemente el rural, la ausencia de una política industrial vinculada a la innovación, o el reforzamiento de la Eurorregión, como un espacio de desarrollo económico, ausente de las Cumbres Ibéricas.
Por citar solo un ejemplo de lo absurdo, se construyeron dos grandes puertos exteriores, pero no construyeron las comunicaciones ferroviarias. Y un puerto sin tren, es como un avión sin alas; no puede volar. Y así seguiríamos hasta un largo etcétera, cuya conclusión ultima es el despoblamiento, la marcha de nuestros jóvenes a buscar futuro lejos de casa, la perdida de sus conocimientos para desarrollar Galicia, después de la inversión hecha en su formación, y por supuesto, las consecuencias del despoblamiento: menos peso político y menos inversión. Lo que finalmente cierra el círculo vicioso, con una alarmante pérdida de calidad de los servicios básicos: sanidad, educación, infraestructuras... Ninguno de los grandes partidos quiso nunca tener grupo parlamentario gallego, como si lo tienen, por ejemplo los socialistas catalanes. Y por supuesto, es impensable que los diputados socialistas o populares negocien su apoyo a la investidura o a los presupuestos en función de las inversiones en Galicia. Es lo que hay. Una realidad que conviene tener presente a la hora de votar, porque de lo que se vote dependerán cuatro años cruciales para Galicia.
Pero no solo deben tenerlo presente los electores, sino también los candidatos que aún están a tiempo de modular sus propuestas. Porque hasta la fecha, todos los líderes que han pasado por aquí, solo se han intercambiado descalificaciones, apelado al voto del miedo e insultos varios. Pero nadie ha hecho una sola referencia a los problemas de Galicia. Problemas que se pueden concretar en 4 grandes ejes: las infraestructuras, porque sin movilidad no hay desarrollo económico (Salida Sur de Vigo, para que funcione una línea moderna entre Ferrol/Coruña y Lisboa; Corredor del Atlántico, para que nuestros puertos no desciendan a segunda división portuaria, incluyendo el tramo Ourense-Lugo y Coruña-Lugo; y la transferencia de la AP 9). La política industrial y el I+D+ I para que nuestras empresas sean competitivas. Una política marítima en todos sus ámbitos, desde la construcción naval hasta la pesca, y por último una política transversal de refuerzo del interior y de las zonas de baja densidad poblacional, para combatir la crisis demográfica y el despoblamiento. Todo lo demás viene derivado de estos cuatro ejes. No es tan difícil ni duele. Aunque a los gallegos sí que puede dolernos si no elegimos con sentidiño nuestro voto.