Un gobierno de funcionarios

Que Mariano Rajoy no se molestara en comunicar personalmente la composición del nuevo Gabinete es todo un síntoma. Rajoy seguirá haciendo de Rajoy.
Por lo demás, la oposición habla de “continuidad” y en el PP elogian la sabiduría del jefe a la hora de elegir. Diez de trece, la mayoría de los ministros son funcionarios de carrera. Asciende Cospedal, pero no a costa de Santamaría que sigue siendo Vicepresidenta aunque haya perdido la encomienda de portavoz. Otro ascendido es Méndez de Vigo. Retiene Educación y Cultura y será el nuevo portavoz. Es un político de talante conciliador. Era previsible la continuidad de Luis de Guindos y menos la de Montoro dado que él mismo había comentado que quería volver al sector privado. 
En apariencia gana de Guindos, pero al nombrar ministro a Nadal, próximo a Montoro, la cosa se equilibra. Resulta llamativo que los perdedores de la crisis hayan sido Margallo y Fernández Díaz, ministros que pasaban por ser amigos del Presidente. A García Margallo le puede haber perjudicado alguna indiscreción en la que sugería estar dispuesto relevar a Rajoy. Su sustituto, Alfonso Dastis es un diplomático profesional sin perfil político. Todo lo contrario de Margallo. 
A Dolors Montserrat podría haberla nombrado Albert Rivera. Al nombrar a Juan Ignacio Zoido ministro del Interior, Rajoy apuesta por la seriedad. En la elección de Íñigo de la Serna, un político joven, con ambición y cabeza bien amueblada, quizá se atisba por parte de Rajoy un señalamiento de delfín. Sabido que el PP está en minoría en el Congreso habrá que esperar para saber si este es el Gobierno que España necesitaba en estos momentos. Hay elementos para la duda.  

Un gobierno de funcionarios

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