Los independentistas culés ya tienen un ridículo patriota épico para su canción de gesta nacional. Alguien como El Cid, los nibelungos germanos, el Rolando francés. Nos referimos a Carles Puigdemont, aplaudido en el balcón de las Termópilas, tras declararse presidente republicano ante el Jerjes español que, gracias a la aplicación del artículo155, taparía la luz del sol con el lanzamiento de las flechas de sus arqueros. “Mejor, así combatiremos a la sombra”. E insistían los enemigos: depón tus armas. “Ven a buscarlas”. Y el nuevo Leónidas seny en vez de aguantar el tipo, hacer alarde de dignidad, morir pisando su adorada tierra catalana, nos ha dado una versión esperpéntica de héroe –él que comprometió a tanta gente, dividió familiar, arruinó a su comunidad–huyendo envuelto en una manta en el maletero de un automóvil acompañado de otros fugitivos electos hasta Bélgica.
¡Qué fácil es ser cobarde! Tipos con jeta suficiente para dar la cara de aceptar un destino en el sacrificio por una ideología escapando como chavales robaperas del huerto vecino. Pasando por la convivencia de todos. Rompiendo la paz social. Ahora se plantea volver después de “una investidura telemática” que veta la oposición. Algunos no pudieron caer más bajo. El valor que se suponía a quien hacía la “mili” no reza con estas figuras y sus pies de barro. ¿Qué ciudadano será fan de falsario traidor a todos y adalid para el rescate de la nación prometida? ¿Adónde va este tipo plañidero y gimoteante que escapa de la cárcel?
Quedan cuatro días para la constitución de una Mesa del Parlament y un Govern lógico con el resultado electoral y todavía las ocurrencias y despistes bloquean las instituciones democráticas catalanas perdidas en una entelequia de locuras irracionales. Puigdemont y sus exconsellers de las Termópilas de Bruselas defienden el desfiladero con sus mandos telemáticos a distancia, no vayan hacerse una heridita y sangren.