Dimitido Cameron; autorretirado de la pugna por la sucesión el exalcalde de Londres y estrella tory del Brexit, Boris Johnson, y más que cuestionado por sus propias gentes el laborista Jeremy Corbyn, quedaba en pie la figura de Nigel Farage, líder del antieuropeo y antiinmigración UKIP, al que los medios amigos presentaban como el dirigente que se había ganado un lugar en la Historia por haber dirigido al Reino Unido fuera de las instituciones europeas.
Pero a los pocos días Farage también dimitió. Si comprensibles habían sido las renuncias de los anteriores, la de él no se ha entendido demasiado. Hazmerreír del establishment durante mucho tiempo, finalmente había cumplido su principal objetivo. Durante dos décadas había sido el abanderado de la desconexión con Bruselas. Casado con una alemana, empleado de un banco de inversión parisino y veterano europarlamentario, este contradictorio antieuropeo recalcitrante ha decidido irse en plena gloria política para, cumplida su misión, recuperar –dijo– una merecida vida privada.
El hecho es que en menos de dos semanas los padres del Brexit se han esfumado. Han huido de la política y de las consecuencias de sus acciones. Como si les hubiera entrado el vértigo ante el monumental reto que tenían por delante: pilotar la desconexión; materializar y negociar las condiciones del divorcio para con la Unión Europea. El Reino Unido afronta así, descabezado, su mayor reto histórico reciente.
Sin grandes prisas, la pugna por la sucesión está abierta. A estas alturas el caos político en que vive sumido el Reino Unido solo parece tener un par de conclusiones más o menos perfiladas. Una: que el sucesor de Cameron será una mujer: bien la ministra de Interior, Theresa May, bien Andrea Leadson, secretario de Estado de Energía, que encabezan las primarias realizadas hasta el momento entre los parlamentarios conservadores.
Y dos: que tanto una como otra pretenderán captar el voto de muchos euroescépticos cuando en la votación final lo hagan no sólo los parlamentarios –en su gran mayoría contrarios al bréxit– sino también y por primera vez los simpatizantes del partido. Los analistas perciben ya un fuerte giro a la derecha en las posiciones de los candidatos.
May, que de momento lidera con carrera, pasa por ser una mujer templada, que no exhibió un perfil muy marcado a favor de la permanencia y que cuenta sus logros como ministra como mejor carta de presentación. Leadson es otra cosa: aunque casi una desconocida en política, ha irrumpido con fuerza y puede convertirse –dicen– en el símbolo del ala más dura del partido conservador. Sus posiciones sobre inmigración y la forma de negociar con Bruselas serán posiblemente más drásticas que la que pueda adoptar Theresa May. En principio, habrá que esperar hasta septiembre, cuando se resuelva el pulso. Mucha prisa no parece haber.