La huelga feminista ya había triunfado antes del día señalado en el calendario. Triunfado en el registro sociológico de la cuestión que es el núcleo de la principal de sus llamadas de atención: la visibilidad de las mujeres. Bien podría decirse que con las manifestaciones se cumple la idea expresada en el manifiesto que convoca la huelga: “La sonoridad es nuestra arma, es la acción multitudinaria las que nos permite seguir avanzando”. Avanzando en la hoja de ruta familiar, política, social y profesional que permita allegar el objetivo: el respeto y cumplimiento de los derechos civiles que amparan a hombres y mujeres.
No es una huelga contra el Gobierno aunque el recelo de algunos dirigentes del PP la han politizado en el sentido más torpe del término. Algunas declaraciones contrarias a secundar la huelga delatan ignorancia respecto del origen, propósito y alcance del 8 de Marzo.
Hasta tal punto que el propio Rajoy se sintió obligado a desmarcarse de la opinión de algunos de sus compañeros de partido. Caso de la ministra de Agricultura y de la presidenta de Madrid, partidarias de hacer una huelga “a la japonesa”. Una de las salidas clásicas en la dialéctica esquirol.
Han pasado setenta años desde que Simone de Beuavoir publicó “El segundo sexo” y hay que reconocer que en los países gobernados en democracia han sido muchos los objetivos de la causa feminista que se han alcanzado. Pero si la lucha de las mujeres continúa es por que perciben que todavía no han alcanzado la plena igualdad respecto de los varones en todos los planos de la vida familiar, social y política. Si en el ámbito sociológico la segunda mitad del siglo XX se caracterizó por la lucha por la emancipación de la mujer, el siglo XXI lleva camino de pasar a los libros de Historia por ser el siglo en el que la revolución feminista alcanzó sus objetivos. Por eso su lucha continúa y huelgas como la del 8 de marzo son un jalón importante en esa larga marcha hacia la igualdad. Lo dice el Manifiesto: “Queda mucho por hacer y nosotras seguiremos luchando”.