Un alcalde debería saber, que las empresas concesionarias usarán ciertas amenazas si ven peligrar sus beneficios. También debería saber que los sindicatos se resistirán a municipalizar un servicio privatizado si no se subroga a la plantilla, y que muchos empleados municipales prefieren los aumentos salariales a las nuevas contrataciones.
Por todo esto, los alcaldes deben tener el suficiente sentido común, para saber lo que hay de verdad y de mentira en estas amenazas, que gobernar lleva la carga de decir no cuando lo dicta la ley o lo aconseja el bien común, y que no se hace una tortilla sin romper algunos huevos. A nadie se le exige ser un héroe, a todos se les acepta que dimitan si se ven superados por las circunstancias, pero a nadie se le puede aceptar que renuncie a sus compromisos, al tiempo que continúa al mando de una nave errática, culpando a los demás de sus propias carencias.