Querida hija Esperanza:
Supongo que tengo una obligación, como padre, y por eso debo responder a tu carta de campaña. Me sorprende hija tu desparpajo, al pretender decirme a través del relato de Pablito, cual ha sido mi vida y mis experiencias, en una carta enviada a todos los padres españoles, pero no con tu dinero. Yo, además de lo que te (o le) contaron en unas sobremesas, puedo informarte de que mi vida no la leí en un relato literario de un panfletario profesor de políticas, que aspira con las mismas formas y ambiciones de casta, a ocupar el poder, entrando sin la menor vergüenza, en menos de dos años en una sistemática serie de contradicciones muy alejadas de lo real, con tal de conseguir su propósito.
La I República llegó a España desde unas Cortes con los votos mayoritarios de los diputados monárquicos y una minoría republicana, y se proclamó el 11 de febrero de 1873, con gran sorpresa de los republicanos de la época. Emilio Castelar justificaba de la siguiente manera la instauración del nuevo régimen. “Señorías, con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria; con la renuncia de Amadeo I de Saboya, la monarquía democrática. Nadie ha acabado con ella. Ha muerto por sí misma. Nadie trae la República, la traen una conjuración (¿?) de la sociedad, la naturaleza y la historia. Señores, saludémosla como el sol que se levanta por su propia fuerza en el cielo de nuestra patria”
Pi y Margall, Salmerón, Figueras y Castelar, fueron sus cuatro presidentes en menos de un año. El 4 de enero de 1874, el general Manuel Pavía evitó el establecimiento del cantonalismo mediante un golpe militar. Las Cortes republicanas fueron disueltas, y se estableció un gobierno presidido por el general Serrano, que suspendió la más democrática de todas, aquella “Gloriosa” Constitución de 1869.
Todo esto no fue casual, estuvo perfectamente orquestado por los partidos pro monárquicos, para facilitar la operación borbónica gestada por Cánovas del Castillo, y sobre todo, ideada por el verdadero poder económico y político global, siempre en la sombra. El 14 de enero de 1875, se iniciaba en España el período de la Restauración, al hacer su entrada oficial en la villa de Madrid el rey Alfonso XII, montado sobre un caballo blanco, período que duró hasta 1931, tras la huida de Alfonso XIII.
Tú no recordarás, pues naciste todavía unos años más tarde, aquel elefante blanco que se esperó en la Carrera de San Jerónimo el 23 F de 1981, fue aquel esperpento de golpe la raíz de esta democracia absolutista que conocemos ahora. Sin duda, has podido ver la versión del 35 aniversario, y tendrás tu opinión. En esa misma casa teatro, debutaron muchos fantasmas y espadones con asaltos y enfrentamientos que podrían resultar cómicos, sino fuera por sus consecuencias: dramáticas y trágicas.
Otra transición se está viviendo en este tiempo, ya tuyo. Sería probable que en el actual frente popular de las mareas podemos, dentro de un año o menos, alguno de sus caudillos nos diga algo parecido a lo que dijo en su dimisión el presidente Estanislao Figueras, el 10 de junio de 1873: “Señores, ya no aguanto más. Estoy hasta los cojones de todos nosotros”.
Me resulta sospechoso, que el actual movimiento nacional del otro populismo, también partidario infatigable e incombustible del bipartidismo, que utiliza al igual que este nuevo frente popular, el odio y el rencor histórico como las palabras de su diálogo. El mismo rencor, odio y miedo usados desde el principio del siglo XIX, vieja táctica muy beneficioso para los mismos de siempre. Por eso, tal vez sus patrocinadores no se encuentren en Sudamérica, ni en Oriente Medio. Estarán más cerca esperando la repetición del caótico modelo de cantones, acaecidos tras el federalismo de 1873.
Antes de irte a Londres, te recomendé que hicieras un Master en Humanidades, y pertenecer a la generación más preparada frente a la vida real, pero no te interesó ni a ti ni a Pablito, pues podrías resultarle incómoda y crítica y no aguantar las payasadas de su campaña. Te recordaré otro programa de la tele con en el que reías de niña: “Había una vez, un circo...”. Hoy, ese es el programa preferido de Peter Pan, y los que no quieren crecer, pero claro, ellos no necesitan a una filósofa o historiadora Pepito Grillo, pues les podría crecer la nariz como a Pinocho.
No me dices, si tu trabajo de investigación molecular está aplicado al bien común, con los valores que te hemos inculcado, o si por el contrario trabajas con un salario inferior al de los ingleses, y eres una esquirol de las grandes multinacionales, para así rebajar el sueldo a los obreros de bata blanca. Tampoco me dices, si estás trabajando en las mareas inglesas para que nos reviertan a España lo que invertimos en vuestra formación, que eso sí que nos costó mucho esfuerzo y trabajo a todos los padres españoles, los que realmente quisimos la democracia, ahora sin demócratas. Por cierto, Franco murió en la cama ya enfermo y viejo. Si tú quieres, de lucha te hablaré en mi próxima carta.