La economía del bien común: ¿Una alternativa con balance ético?

El mercado libre, del actual neo liberalismo, frente al otro mercado de tipo proteccionista, es la controversia binaria de un debate insuficiente entre los buenos y los malos. Christian Felber hace algún tiempo que nos plantea la Economía del Bien Común, un modelo económico que supera la dicotomía entre capitalismo y comunismo para maximizar el bienestar de nuestra sociedad. Porque el debate no puede ser únicamente entre libre comercio y proteccionismo, sino entre comercio ético y no ético.
Cada vez más personas son conscientes de que actualmente no vivimos una crisis económica o financiera aislada, sino que las burbujas económicas especulativas, el desempleo, la desigualdad, el cambio climático, las hambrunas, la crisis de valores y, en lo más profundo, la crisis de la democracia, están relacionados y son síntomas de una crisis general del sistema económico.
La pregunta decisiva es: ¿en qué dirección queremos ir?, ¿debe la economía ser más ecológica y sostenible?, ¿debe ser más justa en el reparto?, ¿debe la dignidad de los ciudadanos ocupar un lugar central y cada persona tener derecho de decisión?, ¿se debe incentivar y premiar los valores que sostienen las relaciones humanas: honestidad, empatía, confianza, estima…?, ¿debe la economía medir la utilidad social, que es aquello que necesita primordialmente el ser humano, para sentirse satisfecho y feliz? La Economía del Bien Común responde: debe y es posible. ¡Hay una alternativa!
Christian Felber señala que la sociedad debe recuperar los principios de comunidad y, apostar por el comercio ético, no como un fin sino como una herramienta para lograr metas más elevadas entre las que se encuentran los derechos humanos, el desarrollo sostenible, la cohesión social o la justicia. Felber critica también el rumbo actual de las políticas actuales y los acuerdos internacionales porque no apuestan ni protegen los derechos humanos, y por supuesto no exigen su cumplimiento. Sostiene que debería haber menos barreras para los países y las empresas que hacen una contribución a los derechos humanos, al desarrollo sostenible, a la distribución justa de la riqueza, a la diversidad cultural o a empleos significativos. Y por el contrario deberían existir realmente más barreras comerciales para quienes no respetan los derechos humanos, son delincuentes climáticos o explotan a seres humanos como esclavos.
El sistema monetario actual no sólo presenta una disfunción múltiple, sino que además no es en absoluto democrático. Las decisiones políticas que han llevado a este orden no contemplan las necesidades y valores de los pueblos soberanos. Por eso, el sistema no está al servicio de todos y mucho menos del Bien Común. Hemos de perseguir alternativas concretas para ordenar y equilibrar el sistema monetario y financiero imperante. Impulsar un proceso de transformación para pasar de la plutocracia y dictadura financiera actuales a un orden monetario democrático. Es hora de dejar a un lado la pasividad de la sociedad y construir un nuevo sistema monetario desde la responsabilidad y la integración. El dinero, no puede ser el fin de la economía, sino un medio de la economía que debería estar al servicio de la vida, y en definitiva del Bien Común.
Europa no funciona con las estrategias de los parlamentos y los gobiernos para salvar el Euro, más bien se ha situado en peligro bajo la última y más absoluta crisis. Y lo que es peor, no sólo  se arriesga la moneda única con la desintegración de la eurozona, sino también la paz social y la democracia, que son la esencia del proyecto europeo. No se puede construir una sociedad justa, democrática, solidaria, y sostenible, teniendo como prioridad la creación de una moneda. Existen alternativas que, evidentemente, no interesan a las élites. Existen otras perspectivas de salvar el Euro sin austeridad ni recortes, alternativas a la progresiva desigualdad y evasión fiscal de los más ricos. Existe la necesidad de transformar el sistema financiero en un eficaz servidor de la sociedad y, no a la inversa, convertirlo en un  modelo perverso de especulación como viene sucediendo hasta el presente. El modelo basado en una Economía del Bien Común, ha desatado una reacción político-social muy fuerte en toda Europa, incluidas las múltiples opiniones positivas surgidas en todas las comunidades autónomas españolas.
Para Angus Deaton (premio Nobel de Economía 2015), la estimulante historia del progreso material es también el relato de cómo se ha extendido la desigualdad entre los países y dentro de los países. Los indudables avances de la medicina han significado para gran parte de la humanidad el “gran escape” de privaciones y de muchas enfermedades mortales. Pero aunque es cierto que cada vez hay más gente saludable, y con acceso a bienes y servicios básicos de calidad, hoy en día el mundo está en crecientemente desigualdad. Los mecanismos que, durante los últimos dos siglos y medio, permitieron a los países industrializados experimentar un progreso sostenido, son los mismos que han ensanchado la brecha entre los que salieron avante y los que se vienen quedando sin rumbo frente al futuro. 

La economía del bien común: ¿Una alternativa con balance ético?

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