Cinismo

Tal parece que hay un interés genuino en asustarnos. Todos los días nos martillean con las primas de riesgo, con los déficits, con supuestas catástrofes que se avecinan, la realidad es que estamos viviendo en un ambiente demasiado enrarecido, extraño.
¿Qué hemos hecho mal? Quizá todo. Y lo decepcionante es que seguimos cometiendo los mismos errores, incluso vamos a peor, lo que demuestra que como especie no hemos mejorado sino todo lo contrario: retrocedemos. La mentira, la compra de voluntades, la cizaña interesada, el empobrecimiento general, todo ello, como no podía ser de otro modo, está contribuyendo a degradar nuestro hábitat social. Lo curioso es que en cada acción hay un componente común: el dinero. Incluso en las guerras religiosas subyacen móviles económicos. La realidad –aunque los medios y los políticos traten de enmascararla con absurdos subterfugios– es que la usura desmedida de unos cuantos nos ha catapultado al actual estado de cosas.
Se está creando una sociedad donde el futuro parece ser una quimera. Las personas se han vuelto egoístas, irritables, irracionales, incluso impredecibles, lo cual indica que una nueva cultura, venida de la mano de una mal entendida competitividad, se está instalando en nuestro entorno. Las nuevas maneras de entender la economía –basadas en la ley de la jungla– y la mundialización tienen mucho que ver con lo que está pasando. Suceden cosas y casos extraños, hoy nadie sabe quién es quién. El avance de las nuevas tecnologías, de los medios para comunicarse, en su dimensión globalizada, hace que las fuentes de información sean poco fiables; producir falsos informes, filtrar noticias “contaminadas”, generar acciones de “falsa bandera” es muy común en estos tiempos lo cual dificulta llegar al fondo de las cosas. Es tarea de titanes saber quién mueve los hilos, quién o quiénes están detrás de cada acción. La realidad es que hoy abundan las “quinta columnas”, formadas por individuos –agentes políticos y económicos– que aparentan ser una cosa pero que en realidad son otra; son elementos encubiertos que están incluso presentes en los consejos de ministros de muchos gobiernos (el pulso sostenido de Merkel con Tsipras y la rendición final del griego dan que pensar).
El análisis crítico dejó de existir, ha muerto, con lo cual el sesgo informativo se está generalizando; la seriedad y el rigor son cosas del pasado. Un claro ejemplo de obscenidad informativa es llamar “rebeldes” a los grupos que luchan en Siria, cuando no son otra cosa que terroristas sanguinarios. Parece ser –según los “criterios” occidentales– que la diferencia estriba en la “causa” que defiendan, basados en esa valoración los medios les cambian la etiqueta. Todo ello demuestra que el cinismo informativo ha traspasado todos los límites de la decencia.
La politización de las causas hace incluso que se pierda la fe en los organismos internacionales. Hace unos días el Tribunal de la Haya exoneró al ex presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, de las matanzas ocurridas en Bosnia en la década de 1990. En su momento los medios pro intervencionistas lo llamaron el “carnicero de los Balcanes”, incluso lo compararon con Adolf Hitler. Y ahora, 10 años después de su muerte en prisión, el tribunal acusador lo exime de esos terribles crímenes. El mensaje es claro: en aquellos días se necesitaba un chivo expiatorio, sin importar si era culpable o inocente, lo que demuestra hasta dónde la política controla las decisiones de las instituciones internacionales, incluidas las de justicia.
Cuando el engaño es parte intrínseca de las relaciones sociales, políticas, institucionales y financieras es para ponerse a temblar. Hoy nos quieren vender como normal lo que no es normal, enmascarando los anti-valores como una “modernidad” más; lo que se concibe como moderno es más fácil de introducir en el mercado social.
El cinismo y la manipulación son los grandes protagonistas en los escenarios globales. Hoy la línea entre lo decente y lo indecente es demasiado fina, apenas perceptible, por tanto, es mucho más fácil de cruzar. Incluso por error.

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