No seas animal”, es el lema elegido por la Junta de Andalucía para la campaña contra del acoso callejero a las mujeres con los piropos, “una práctica socialmente aceptada” que identifican como violencia machista o violencia de género.
En el vídeo exhiben a hombres con caretas de cerdos, pulpos, búhos, gallitos y buitres que gritan ordinarieces, están al acecho o no quitan ojo de encima a las mujeres. El piropo, dicen los responsables de la campaña, “normaliza a las mujeres como objetos sexuales y en algunos contextos deriva en agresiones y abusos”.
La campaña andaluza nace en plena polémica entre el movimiento #MeToo que viene denunciando prácticas de acoso y abusos en el entorno de Hollywood, y el manifiesto de un colectivo de mujeres de la cultura francesa que temen el retorno al puritanismo “de una sociedad totalitaria que ponga en peligro la libertad sexual”. Sin entrar en el fondo de esa polémica, hay que decir que todo acoso, agresión o cualquier otra forma de violencia sobre la mujer es repugnante y debe caer todo el peso de la ley sobre sus autores.
Pero en la campaña de la Junta de Andalucía el debate es otro, es saber dónde está la línea que separa la seducción de la agresión sexual, el flirteo del acoso. Un grupo de mujeres expresó su opinión en los periódicos andaluces y ellas sitúan esa frontera entre lo borde, la falta de respeto y la grosería que, además de mala educación, representa acoso o agresión, y el halago fino y educado que enlaza con la vieja tradición de la galantería que gusta en muchos entornos femeninos y posibilitó numerosas relaciones que acabaron en pareja o matrimonio.
“No confundamos, ni saquemos las cosas de contexto”, dicen estas señoras que son muy duras con los hombres groseros, pero sostienen que un piropo dicho en el momento oportuno, con salero y respeto, no puede calificarse de acoso o agresión sexual. “Están criminalizando la masculinidad, a este paso los hombres no van a poder salir de casa”, apostillan, y culpan a la mente solitaria de funcionarios que “meditan en casa” completando el horario laboral.
“Todo es bueno para el convento”, sentencia un dicho popular. La demonización del piropo que propone esta campaña y hasta la tontería del lenguaje inclusivo que tanto gusta a algunos políticos, pueden reforzar la lucha contra el machismo. Pero para ayudar a las mujeres a conquistar todos sus derechos son más eficientes otras medidas que comentaré el lunes.