Esclavas del siglo XXI. Mujeres, muchas de ellas niñas, que son engañadas en su país de origen o que son violadas en el camino para llegar a Europa y luego son prostituidas contra su voluntad en España y en otros países europeos. Entre 200.000 y 400.000 mujeres son prostituidas en España según informes fiables. El 90% víctimas del tráfico, de las mafias y de la falta de persecución hacia los traficantes. Detrás de los números, hay personas. Personas víctimas de trata. Una reciente sentencia del Tribunal Supremo cuyo ponente ha sido el exfiscal general Julián Sánchez Melgar, señala que “no hace falta irse a lejanos países para observar la esclavitud del siglo XXI de cerca, simplemente adentrarse en lugares tan cercanos a lo largo de los márgenes de nuestras carreteras en donde hallar uno o varios clubes de alterne en cuyo interior se practica la prostitución con personas forzadas, esclavizadas a las que se compra y se vende entre los distintos establecimientos, mientras tales seres humanos se ven violentados a pagar hasta el billete de ida a su indignidad”. Si esto es así, y lo es, ¿no hacemos nada?
Clubes de carretera, lugares donde se trafica con esclavas, que cada cierto tiempo son trasladadas a otros clubes, hasta que paguen “la deuda adquirida” en su viaje a la libertad que, casualmente, fijan los que las trajeron y explotan. Decenas de miles de euros, servicios a pocos euros, “trabajo” desde de las cinco de la tarde hasta el amanecer, pagos por “ocupar” una habitación y por la manutención. Encerradas el resto del día bajo vigilancia. Amenazadas con su vida o la de sus familiares. Sometidas a ritos de vudú. Eso es tráfico de esclavas, la esclavitud más extendida del siglo XXI. Sus clientes no pueden alegar desconocimiento. Todos sabemos de lo que hablamos. Una redada en cada club debería servir para liberar a esas mujeres, para acabar con la codicia de quienes buscan ganancias fáciles y para “marcar” a esos “clientes” que se aprovechan de la desgracia y la degradación. No es casual que quienes caen las trampas de estas mafias procedan de los países más pobres.
¿Quién da los permisos a estos clubes, quién vigila que las mujeres no estén esclavizadas, quién protege a los traficantes? Por cada uno que ingresa en la cárcel, diez siguen llenando sus bolsillos a costa de estas mujeres. Por cada mujer que es liberada, mil siguen esclavizadas. Algunas llevan tatuado en su cuerpo el total de la deuda que tienen que pagar. Necesitamos una acción policial, que la Justicia actúe con dureza contra los traficantes y un duro reproche social hacia los que acuden a esos clubes. Cáritas ha reclamado una Ley Integral contra la Trata, con fines de explotación sexual. El PSOE elaboró en la pasada e inútil legislatura, un proyecto de ley que no llegó a ser tramitado y que preveía penalizar al cliente, así como considerar la trata con fines de explotación sexual como “violencia de género”. Hay que erradicar la prostitución y rescatar a sus víctimas. No escucho una voz social nítida de condena de esta terrible esclavitud en nuestras carreteras y en nuestras ciudades. No hay salida para las víctimas. No escucho clamores feministas en defensa de estas mujeres. No parecen estar en el “circuito” de sus preocupaciones. Ni en los nuestros. Deberíamos sentir vergüenza.