Algunos espejos, recuerden la película “El tercer hombre”, deforman la figura, pero los más son el reflejo, la fotografía exacta, de tal como somos. Puesto delante del espejo de la actualidad el elegido mister Trump nos muestra su auténtica cara y, sobre todo, lo que nos espera. Grosero en las ruedas de prensa, temible en sus gestos, frases y avisos, Chulesco ante sus enemigos.
Ya sé que las comparaciones son odiosas, pero por aquí tenemos a uno enérgico con los fuertes y débil con los poderosos. Elige a sus interlocutores en los medios de comunicación y sus ruedas de prensa abusan del plasma y evade las preguntas y evita aclararse en sus respuestas. Allá, en EEUU, y por lo que se les viene encima, los ciudadanos alentados por una serie de artistas e intelectuales cantan “Sobreviré” y, por aquí, el himno de los cabreados repiten “resistiré”. Allí el presidente electo anuncia el derribo de la ley sanitaria de Obama y aquí los que mandan se encuentran ahora –con la pandemia de la gripe– con el resultado de sus recortes. No lo digo yo. Lo repiten ante los periodistas, profesionales de la sanidad en Galicia, Asturias, Castilla y León etc.
¿Qué imagen nos ofrece el retrato de un Aznar iracundo, renegando de su sucesor (nombrado a dedo) por traicionar las órdenes recibidas y la herencia –aceptada con agrado y cambiada por el poder– del campeón de la derecha extrema, rodeado de lo más granado de su prontuario?
La justicia nos ofrece un espejo de la realidad. Hace balance de la corrupción y ofrece cifras que nos dejan “apostuflados”: mil trescientos setenta y ocho investigados, con casos abiertos y ya hay trescientos treinta y nueve condenados y una docena en la cárcel o esperando. La mayoría proceden de la política (luego están sus cómplices, empresarios y conseguidores) y los más estaban, cuando fueron pillados con las manos en la caja, en el Partido Popular.
Y en esos espejos a los que aludíamos en un principio, los que deforman la imagen, nos aparecen los siete representantes del PP en el Tribunal de Cuentas, que se niegan a intervenir las cuentas de la Iglesia Católica, mientras la jerarquía asegura que está dispuestra –como no podía ser menos– a cumplir con la ley, pues la Iglesia recibe doscientos cincuenta millones del Gobierno además exenciones de diverso tipo. ¿Con la iglesia hemos topado? No. Otra vez con el PP.