con el retorno de las competencias de Sanidad a las Comunidades Autónomas el Gobierno ha debido pensar que, como en Bruselas, basta la “escucha activa” para combatir al coronavirus. Pero las cosas no son así cuando la Covid19 ataca de nuevo y la sociedad española está al borde un ataque de nervios.
El miedo de los españoles a nuevos confinamientos, aunque sean temporales y localizados, es comparable al miedo político de Sánchez a ser acusado de recentralizar el poder en nombre de la salud pública. Por eso entierra la lógica del “mando único” y dice que todo está bajo control porque “las Comunidades Autónomas cumplen todos los protocolos” (ministra González Laya dixit), de acuerdo con el plan de respuesta temprana pactado con el Gobierno después de la desescalada.
Pero ese recado de intención tranquilizadora no cala como debiera en otros países europeos que miran a España como un destino poco recomendable. Lo hemos visto en las reticencias francesas respecto a sus vecinos catalanes. Y, sobre todo, en el reciente golpe bajo del Reino Unido al turismo de Baleares y Canarias, por la obligación de cumplir cuarentena de catorce días aplicable a los turistas procedentes de esos dos destinos turísticos tan solicitados por los ciudadanos del Reino Unido.
La presunta indolencia de Moncloa ante el creciente número de rebrotes epidémicos, so pretexto de que la responsabilidad es de las autonomías, ya está politizada. El PP se dispone a presentar planes alternativos para demostrar que hay otra forma de hacer las cosas, pues las medidas tomadas a escala autonómica, recostadas en el civismo de los ciudadanos más que en la fuerza de la ley, no han servido para frenar el contraataque del coronavirus.
El reproche político al Gobierno por su presunta desidia ante los rebrotes se junta con la imposición de la ortodoxia fiscal de Bruselas en los PGE para 2021, que han empezado a cocinarse después de la condicionada ayuda Europa de 140.000 millones de euros (transferencias y préstamos) para nuestra recuperación económica. Supone enterrar la doctrina original de Iglesias Turrión, cuando defendía el divorcio del euro, el impago de la deuda pública y la nacionalización de la banca.
Eso lo dijo siete años antes de ser vicepresidente del Gobierno y se ha perdido en la polvareda de las sucesivas malversaciones del personaje (coherencia, ejemplaridad, transparencia). Pero es indiscutible que Bruselas enfría las tesis de Podemos sobre una eventual salida de la pandemia por la izquierda. O sea, con ERC y con Bildu. No con CDS y PNV.
Ahí la matemática parlamentaria juega un papel decisivo en el futuro inmediato de la política nacional. En esos números está, hoy por hoy, la clave de la recuperación económica y la estabilidad política del Reino de España.