Medimos las estaciones por hechos más que por su cronología. Sería injusto decir que en Galicia nos llevamos la palma en esto de los saraos veraniegos, porque con toda seguridad en otras comunidades pasa otro tanto. Pero aquí, tal vez por las circunstancias que atravesamos, si cabe diríamos que tienen más valor. Incluso lo tienen por el simple hecho de que no hay lluvia o viento que las pare. Si acaso, las retrasa y, como mucho, nos quedamos sin un artista o una figura del espectáculo al que hacía tiempo que aspirábamos a ver. La sangre no llega al río, aun cuando hasta los elementos sean utilizados como refuerzo de la crítica y la descalificación política. Se acaba el verano y se acaban las fiestas. Quedan restos, algunos de ellos vitales para la economía local, como el de As Peras, en Pontedeume, o la de ayer, la de la exaltación del pan de Neda. El verano se abre y se acaba con lo mismo, con el chupinazo y el pasacalles, pese a la poco afortunada temporada.