Pocas cosas hay que mosqueen tanto al ciudadano de a pie como querer pagar y que no te lo pongan fácil. Si uno actúa como un contribuyente responsable, separa el papel y el vidrio, no dice exabruptos en la vía pública y se comporta como una oveja más del rebaño, hay que darle opciones. Las opciones son que, si tiene intención de, por ejemplo, pagar la ORA, hay que ponérselo fácil. En A Coruña, sin ir más lejos, poner el ticket en el parabrisas del coche puede ser una odisea de dimensiones épicas. Y lo sabes, que diría Julio Iglesias si lo pillan de buenas en el Facebook.
La cosa va así: el incauto o incauta desea pagar por aparcar en la calle, lo que ya tiene tela, y se dispone a meter las monedas en el parquímetro. El primo, que es como se llama a los que pican en los timos, lleva en el bolsillo una moneda de euro y una tarjeta VISA. El problema es que la cantidad que hay que depositar en la máquina –en alrededores de mercados y zonas naranja– es, como mínimo, de 40 céntimos y, como máximo, de 70. Hemos sido capaces de mandar hombres a la Luna y de operar a distancia con rayos láser, pero aún no hemos logrado que las máquinas de la ORA puedan dar cambio. Las tarjetas de crédito tampoco funcionan, porque siguen utilizando la banda magnética, que falla más que una escopeta de feria, en lugar de cobrar con chip, como hacen ya la mayoría de establecimientos.
El primo se dirige, educadamente, al orero, para que le ayude a soltar el euro y poder pagar así religiosamente. El señor de las multas, cuya familia solo es superada en recordatorios por árbitros e inspectores de Hacienda, se encoge de hombros y dice que no lleva monedas. Y ofrece una solución que da una idea del nivel de tecnología del sistema de la ORA en A Coruña: puedes entrar en una tienda. El problema es que el que tiene el quiosco junto a la máquina está hasta el gorro de quedarse sin cambio y pasa de los sufridos conductores. Conclusión: no te libra de la multa.
En lugares mucho más evolucionados, como Madrid, la gente paga la ORA con una aplicación desde el móvil. Sin tener que recurrir a monedas, tarjetas, al del quiosco o al orero. Si tener que salir del trabajo a renovar el ticket. Con la Tercera Ronda, se llega en cinco minutos desde el aeropuerto. Ahora solo falta aparcar y encontrar cambio.