La artista viguesa, Toya García Senra (1955) vuelve a la galería Moret Art (su anterior exposición había sido “Soñar despierta”, en 2013), con una obra que titula “Universo 2” y que parece abundar en la coincidencia de realidades diferentes, con que ya nos regalaba en la anterior exposición, aunque caminando, al menos en una parte de la obra expuesta, hacia un lenguaje más sígnico, más depurado, más abstracto.
Todo universo es, necesariamente, variado, polimorfo, se construye con elementos diferentes y lo mismo sucede con el cuadro que, lejos del motivo único, –tal como lo plantea la pintora–, hace convivir en contrapunto signos de la geometría, de los alfabetos, del mundo humano, de la naturaleza, de los animales, etc; y el cuadro aparece como una cuadrícula que encierra o atrapa estas realidades, es un espacio cerrado que, a mayor abundamiento, va metido en una caja de metacrilato o cubierto con resina epoxi que hace que aparezca aislado, como tras una cámara brillante, un acabado que recuerda el de los fósiles atrapados en el ámbar.
Lo representado, de este modo, queda quieto, fijado, atemporal y el conjunto adquiere un valor simbólico: todo cuadro –y si es cuadrado mucho más– es siempre un convencionalismo que no predica de lo real y menos de lo real inmediato, sino de imágenes que se imponen por su poder evocador, por su magia o por lo que sugieren. Un fósil en la resina de ámbar trae ecos de edades perdidas y fascina por su nítida presencia, por su distanciamiento de nosotros; un efecto similar es el que producen esas barras o bastones ambarinos atrapados en la resina epoxi; lo suyo es estar ahí quietos, como bellas y encantadas presencias, sobre vibrantes fondos lisos de color rojo, gris, azul turquesa o azul noche; es la misma simplicidad compositiva, con el cuadrado a lo Albers como espacio, la que hace que la atracción visual sea poderosa; diciéndolo en metáfora: el cuadro entra por los ojos, sin metafísica.
Hay, no obstante, otro grupos de obras realizadas sobre cartón, donde utiliza el collage, coloca enredos de alambres finos y sitúa dispersas figuras,: personajes que caminan, algún solitario árbol, sombras de animales, niños, una escalera de mano..., seres, en general, que no constituyen una escena vertebrada, sino que pasan, cada uno por su lado, tal seguramente, como transcurre la vida, en secuencias y contrapuntos dispares. Así, pues opone dos mundos: el de la quietud de los cuadros con resina que, de algún modo, es la quietud de lo que no tiene vida, y el mundo de la temporalidad, por el que discurren seres y cosas en transformación; dos universos o Universo 2, para decirlo con su título.