No es la primera vez que escribo sobre él. Que doy mi opinión ante el trabajo desarrollado al frente del partido que lo aupó a lo más alto de la política. Tiene 44 años y toda una vida ligada al cordón umbilical de las siglas que le han dado de comer, lo lanzaron al primer plano y le dieron alas para pensar que podría ser el gran salvador de un PSOE que llevaba años tambaleándose y rodando por esa pendiente tan peligrosa que son los fracasos electorales.
Reconozco que sobre Pedro Sánchez Pérez-Castejón se ha escrito de todo y para todos los gustos. Sobre todo en los últimos diez meses en los que se aferró, sin razonamientos claros, a aquellas frases: “ No es no” y “Qué parte del no, no entiende señor Rajoy”.
En este año 2016 la suerte, que siempre estuvo de su parte y mirándole de frente, se le volvió esquiva y le obligó a volver al punto de partida y a los escalones más bajos de un partido político que se suben con grandes dificultades, pero que se bajan a gran velocidad.
Hablemos de su suerte. Por dos ocasiones entró en el Congreso de los Diputados al correrse la lista. La primera fue en el año 2009 cuando sustituyó a Pedro Solbes. Cuatro años más tarde, que tampoco había sido elegido de forma directa por los votantes, volvió a ocupar escaño parlamentario al sustituir a Cristina Narbona. Los que lo conocen más directamente dicen que cuando consiguió la última de las actas parlamentarias buscaba trabajo porque la política comenzaba a no ser su modus vivendi.
Ahora, imitando a Forrest Gump en la película, Pedro Sánchez anuncia que iniciará un itinerario por las sedes socialistas de todo el país. Va a ser una especie de corredor de fondo sobre cuatro ruedas, o sea, en coche, para intentar mover las conciencias socialistas de los que integran las agrupaciones locales y, de este modo, inclinar sus votos hacia la candidatura que ya anunció va a presentar para unas primarias y así volver a ser el secretario general de un partido que, bajo su mandato, quedó en ínfimas condiciones y con unos resultados electorales que fueron los más malos de la historia democrática de nuestro país.
Creo que Pedro Sánchez, como en su momento hizo Forrest Gump en la película, después de un tiempo de ir a ninguna parte, se parará, mirará atrás y a diferencia del protagonista del filme no encontrará a esos miles de personas que siguieron al corredor sin rumbo fijo. En los partidos políticos los agradecidos, los estómagos calientes, son muchos, pero los desagradecidos son legión. Y él, en verdad, supo regar con fuerza y hacer florecer a estos últimos.