El vehículo es hoy en día un instrumento de trabajo para que sus propietarios puedan desplazarse hasta su puesto laboral. Sobre todo para aquellas personas, que son la inmensa mayoría, que viven a media y larga distancia del lugar en el que deben cumplir sus horas laborales. Y tienen que utilizarlo diariamente porque los medios de transporte al uso no cubren las expectativas de tiempo y frecuencia, para no tener que robar más horas al sueño y poderse desplazar con garantías.
El automóvil representa una parte económica muy importante de los gastos que se computan sobre la nómina. Su compra y mantenimiento significan un esfuerzo elevado y constante sobre los siempre recortados emolumentos que se perciben en estas épocas de precariedad y crisis.
Sobre el coche se quiere hacer una presión que se irá incrementando en los próximos tres años. Resulta que la Dirección General de Tráfico (DGT), ese organismo que tienen tantos miles de funcionarios apostados en las carreteras con un fin muy cercano a lo recaudatorio, pretende reducir la edad media de los vehículos. Lo quiere hacer por medio del Plan de Movilidad Seguro y Sostenible con el que se persigue, según dicen, disminuir el impacto ambiental y mejorar la seguridad vial. Y para ello pretenden que la media de los automóviles que circulan por las carreteras no supere los siete años de antigüedad. Sí ¡siete años! El tiempo que tardan muchas personas en hacer frente a las letras hasta que se hacen propietarios y deje de depender el vehículo de la financiera a la que le pagan los cuantiosos intereses.
La DGT envuelve el plan con otras medidas que, personalmente, me parecen bien. De ellas destaco tres. Que los coches de segunda mano no se puedan vender en la vía pública como el gran escaparate urbano sin garantías ni pagar impuestos; que las reparaciones no se hagan en talleres ilegales, y que no se pueda tocar los cuentakilómetros. Soy de los que creo que cuestiones como estas deberían ser consideradas como auténticos delitos. Con este envoltorio se busca también acortar la vida de los automóviles. Se quiere rebajar de forma ostensible su antigüedad para que en el 2020 no superen los siete años. Y me pregunto, ¿qué se hace con ellos? ¿se aumentarán las ayudas para poderlos cambiar ¿los que los compren de segunda mano podrán usarlos? Vamos a entrar en lo que se pude calificar como: coche malo, coche bueno, que da título a mi artículo.
Reconozco que con este plan tendré que darle la jubilación a mi automóvil cuando va camino de ser un auténtico histórico al cumplir los 25 años. En concreto 23, poco menos de 200.000 kilómetros, motor nuevo y en perfecto estado de revisión, como si de un acto militar se tratase. No es la primera vez que cuando paso la ITV anual los técnicos que la realizan reconocen que les gustaría que todos los vehículos se presentasen en el estado del mío.
Rebajar la antigüedad de los vehículos a cargo del bolsillo más que vacío del contribuyente me parece algo escandaloso. Espero que cuando se ponga en marcha el plan se nos diga cómo se va a ayudar a los propietarios para hacer el cambio y bajar la media a esos deseados siete años. Un recuerdo a la DGT: cada vez circulan más vehículos sin seguro y sin pasar la inspección técnica. Vigilar esto me parecer más prioritario. Lo de la antigüedad debería tener su muro de contención en las ITV. Por último ¿quién va a dar las patentes de coche malo y coche bueno…?