Vergüenza debería darnos consentir el mayor éxodo humanitario del siglo XXI a las puertas de Europa, mientras los gobernantes de los 28 países de la Unión Europea siguen mirando para otro lado. A los miles de refugiados que quieren entrar en Europa desde hace meses, cierto es que no se les mete en los crematorios ni en las cámaras de gas, como hacían los nazis, se les deja ser víctimas inocentes de los traficantes de personas, de graves enfermedades, así como de daños morales y psicológicos evidentes que llevarán hasta sus últimos días de su existencia.
El consentir sin tomar ningún tipo de medidas de acogida en Europa o en campos de asentamiento provisionales, que cumplan con todos los requisitos de habitabilidad hace que podamos afirmar que la propia Unión Europea está consintiendo el exterminio sistemático y deliberado de estos miles de personas cuyo único pecado es huir de la guerra y tratar de buscar un refugio seguro para ellos y sus propios seres queridos.
Mientras tanto y dando ejemplo, cada día que pasa la ciudadanía, comprometida y solidaria de Europa, se organiza para ayudar a todas estas personas ante el pasotismo de sus dirigentes políticos. Recaudan fondos, alimentos, ropa, medicamentos y un largo etcétera de artículos de primera necesidad que hacen llegar a los países donde se asientan esas personas refugiadas y que se ven obligadas a permanecer como si fuesen “criminales”, en espera de ser repatriados.