Funciona en nuestra Galicia rural una expresión muy gráfica para significar esa lluvia fina, mansa y constante que, entre otras bondades, empapa poco a poco la tierra, humedece los campos resecos y alimenta los acuíferos de las fuentes, sin causar los daños de los fuertes chaparrones o chuvieiras. Es la “chuvia criadora”.
Transferida a la práctica política, bien puede decirse que este ha sido el sistema o método utilizado por Pedro Sánchez en los postreros tiempos de su inquilinato monclovita. Siete primeros meses de gobierno con más ruido que nueces y tres de ofensiva legislativa, ejecutiva y mediática: poco a poco, viernes a viernes, Consejo a Consejo, sin pausa. Lluvia criadora.
Se trata de todo un paquete de medidas que han primado directamente a un tercio largo del cuerpo electoral –14 millones de votos–, materializadas a base de decretos-leyes y dejadas deliberadamente para última hora a fin de que así puedan surtir efecto en su favor en las urnas de dentro de quince días.
Le está siendo una campaña barata y cómoda. De bajo precio, porque se hace con fondos públicos desde Moncloa y no desde Ferraz, como sería lo procedente. Y fácil, porque el hundimiento de Podemos ha convertido al PSOE en la fuerza hegemónica de la izquierda y porque la novedad de Vox ha triturado a la derecha.
Al PP, además, su turbio pasado le resulta una losa. Y las frecuentes rectificaciones o aclaraciones de Casado y candidatos de referencia sobre cuestiones sensibles como las pensiones o el salario mínimo, tampoco ayudan nada, sino todo lo contrario. A Sánchez y al PSOE les basta con no cometer errores de bulto. Perfil bajo.
Además Moncloa ha sacado de campaña los dos grandes problemas nacionales de nuestros días: Cataluña y la desaceleración económica que llega. Nadie le fuerza a otra cosa. Pasmosamente instalado en la centralidad y la moderación, si al final Pedro Sánchez consigue gobernar sin los independentistas, tal como augura el CIS de Tezanos, le habrá salido todo redondo, lo cual –por supuesto– no quiere decir que romperá con ellos.
Al ciudadano de a pie lo que le interesa es que le revaloricen la pensión o le suban el sueldo; que se convoquen miles de plazas para poder opositar; que se subvencione a parados jóvenes y mayores; que se aborde la igualdad de género en el empleo y la ocupación; que le liberen el pago del impuesto hipotecario; que el controlen el coste del alquiler. Esto es, priman para él los efectos de la lluvia criadora.
Si llegan vía de 36 más que cuestionables decretos-leyes, de unas manos manchadas de rojo, amarillo o morado, con la legislatura agotada y en plena campaña electoral, eso le importa más bien poco, por no decir nada. Otra cosa será –supongo– cuando las subidas de impuestos le empiecen a vaciar el bolsillo.